Paseando por Sta. Luzia, belleza primaveral entre ruinas, bajo la Peña de Francia...
'Somos incapaces,
igual, de ver la nada donde surgimos y el infinito que nos engulle'
(Blaise Pascal)
¡Mirémonos bien en un espejo! Detrás de
nuestro magnífico aspecto... “se agitará el oculto universo con una maquinaria
interconectada incluyendo su complejo andamiaje de huesos entrelazados, las
retículas de músculos y tendones, gran cantidad en fluidos especializados, y colaboración de los órganos internos que funcionan entre oscuridades por la vida
mantenernos.
.
Una lámina de fina materia sensorial auto-curativa
y de alta tecnología que denominamos piel recubre sin costuras su maquinaria en
un envoltorio agradable. Y luego está su cerebro con los 1,200 kilogramos del
material más complejo que se ha descubierto en todo el universo: éste será el centro
de control de la misión que dirige todas las operaciones, recogiendo
mensajes a través de pequeños portales en el búnker blindado del cráneo.
.
Su cerebro está compuesto por cientos de
miles de millones de células llamadas neuronas o glías, cada cual tan
complicada como una ciudad; y cada una conteniendo todo el genoma, lo que hace
circular miles de millones de moléculas por intrincadas economías. Cada célula
manda impulsos eléctricos a otras, en ocasiones hasta cientos de veces por
segundo. Si representara estos miles y miles de billones de pulsos en el
cerebro mediante solo fotones de luz, el resultado obtenido sería cegador.
.
Las células se conectan unas con otras en redes
de sorprendente complejidad, tanto que nuestro lenguaje resultaría
insuficiente y necesita nuevas expresiones matemáticas. La neurona típica lleva
a cabo hasta unas 10.000 conexiones con sus adyacentes. Y contando cómo disponemos de
miles de millones de neuronas, eso significa que hay tantas conexiones para
solo uno de sus centímetros cúbicos del tejido cerebral como estrellas en toda
la galáctica Vía Láctea.
.
Ese órgano de 1 kilo y 200 gramos –que hay
en el cráneo, con su rosácea consistencia de gelatina– es un material
computacional cuya naturaleza nos es ajena. Se compone de partes en miniatura
que se configuran a sí mismas, y supera con creces cualquier cosa que se nos
haya ocurrido construir. De manera que si alguna vez se siente perezoso o
aburrido, anímese: es usted el ser más ajetreado y animado del planeta.
.
La nuestra es una historia increíble. Que
sepamos, somos aquel único sistema del planeta tan complejo que ha emprendido
la tarea de descifrar el propio lenguaje de programación: imagínese si un
ordenador de mesa comenzara controlando sus propios dispositivos periféricos,
se quitara tapas y dirigiera la webcam hacia su propio sistema de
circuitos. Así somos.
.
Y lo descubierto escrutando el interior del
cráneo figura entre los logros intelectuales más importantes de nuestra
especie: esos reconocimientos de que las innumerables facetas de nuestro
comportamiento, pensamientos y experiencias van inseparablemente ligadas a una
inmensa y húmeda red electroquímica denominada sistema nervioso. Tal maquinaria se ve como algo totalmente ajeno a nosotros; y sin embargo, de algún modo, eso es nosotros
(…)
.
Lo primero aprendido al estudiar nuestros
propios circuitos es muy simple: de lo que hacemos, pensamos y sentimos,
casi nada bajo control nuestro consciente queda. Inmensos laberintos
neuronales aplican sus propios programas. El tú consciente –ese yo que
poco a poco vuelve al vivirse cuando despierta por la mañana– es aquel fragmento
más pequeño de lo que ocurre en tu cerebro. Aunque dependamos de su
funcionamiento para nuestra vida interior, él actúa por su cuenta. Casi
todas sus operaciones quedan fuera de cualquier acreditación de seguridad por
la consciencia mental. El yo simplemente no tiene derecho de entrada.
.
Como algún diminuto polizón en el
transatlántico, es nuestra conciencia, y se lleva los laureles del viaje sin
reconocer la inmensa obra de ingeniería que hay debajo (…) Los cerebros se
dedican a reunir información y guían nuestros comportamientos de manera
adecuada. Tanto da que la conciencia participe o no en su tomar decisiones. Y
casi nunca participa; si hablamos de ojos dilatados, celos, atracción, afición
a las comidas grasas, una gran idea que tuvimos esta semana, la conciencia es
lo que menos pinta en las operaciones del cerebro.
.
Todos nuestros cerebros van en piloto
automático casi siempre, y la mente consciente tiene muy poco acceso a la
gigantesca y misteriosa fábrica que funciona debajo: lo ves cuando tienes ya el
pie a mitad de camino del freno antes de ser consciente de cómo un Toyota rojo
está saliendo marcha atrás del parking en la calle por donde circulas; o si
oíste pronunciar tu nombre desde una conversación que tiene lugar por la otra punta
de la habitación y que creías no estar escuchando; o cuando encuentras
atractivo a alguien sin saber cómo; o porque tu sistema nervioso te manda unas «corazonadas»
acerca del qué deberías elegir.
.
El cerebro es un sistema complejo, pero eso
no significa que sea incomprensible. Nuestros sistemas nerviosos han sido
modelados por la selección natural para solventar problemas con los que
nuestros antepasados se toparon durante la historia evolutiva de nuestra
especie. Su cerebro ha sido moldeado por presiones evolutivas, del mismo modo
que su bazo y sus ojos. La conciencia se desarrolló por tener ventajas, pero
sólo en unas cantidades limitadas (…)
.
Cuando una idea sale a escena, su circuito
nervioso lleva horas, días o años trabajando en ella, consolidando información
y probando nuevas combinaciones; mas Vd. se lo atribuye sin pararse a pensar en
la inmensa maquinaria oculta que hay entre bastidores. ¿Y quién puede culparle
por ello? El cerebro llevó a cabo sus maquinaciones en secreto, haciendo
aparecer ideas como si fuera pura magia. No permite que su colosal sistema
operativo sea explorado por cognición consciente: todo es dirigido de
incógnito. Así pues, ¿quién merece que se le atribuya el mérito por una
gran idea?
.
En 1862, el matemático escocés James C.
Maxwell desarrolló una serie de cuestiones fundamentales que unificaron
electricidad y magnetismo. En el lecho de muerte llevó a cabo una extraña
confesión, declarando que «algo del interior» descubrió su famosa ecuación,
no él. Admitió que no tenía ni idea de cómo se le habían ocurrido «las
ideas, simplemente vienen». William Blake relató una experiencia parecida
al afirmarnos del largo texto narrativo ‘Milton’: «Escribí este poema
obedeciendo el imperioso dictado de 12 ó incluso 20 versos a la vez, sin
premeditación e incluso contra mi voluntad» (…)
.
Tal como lo expresó Carl Jung: «En cada uno
de nosotros hay otro al que no conocemos». O según los Pink Floyd: «Hay alguien en mi cabeza, pero no soy yo». Casi nada de lo que ocurre en
nuestra vida mental está bajo control consciente; y, la verdad, será mejor si
es así. La conciencia puede atribuirse todo el crédito que quiera, pero que
al margen vaya de casi todas las decisiones tomadas en el cerebro es mejor.
Cuando entrométesenos con detalles que no entiende, la operación es menos eficaz.
Una vez te pones a pensar en dónde colocar los dedos sobre las teclas del
piano, te vuelves incapaz de interpretar la pieza.
.
Entregue a un amigo 2 rotuladores –1 en cada
mano– y pídale que firme su nombre con la derecha y al mismo tiempo hacia
detrás (invertido) por la izquierda. Descubrirá rápidamente que sólo hay una
manera de hacerlo, no pensando: al excluir interferencia consciente, sí puede
realizarse complejo movimiento (especular) sin problema ninguno para sus
manos, pero si piensa en esas acciones, la labor se enreda rápidamente con una
maraña de trazos vacilantes. Así pues, lo mejor es no invitarle a la conciencia ante
casi ninguna fiesta. Cuando consiga colarse, generalmente será la última en
recibir las informaciones (…)
.
Por ello, nadie necesita ser consciente de
todo él para llevar a cabo cualquier sofisticado acto motor: puede darse cuenta clara cuando esquiva una rama que viene lanzada hacia usted antes
de ser consciente de su existencia, o cuando ya se ha puesto en pie de un salto
antes de ser consciente de que está sonando el teléfono. La mente consciente no
se halla en el centro de acción del cerebro, sino más bien por un borde lejano,
y no oye más que susurros de su actividad (…)
.
Un par de siglos más tarde del caso, Johann
W. von Goethe conmemoraba lo inmenso en el descubrimiento hecho por Galileo
(1564-1642):
.
'De
todos los descubrimientos y opiniones, ninguno ha tenido más influencia en el espíritu humano. (...) Apenas
acabábamos de
conocer el mundo como un lugar redondo y completo en sí mismo cuando se
nos pidió que renunciáramos al tremendo privilegio de ser el centro del
universo (...) Quizás nunca se le había exigido tanto a la Humanidad, ¡pues a
causa de admitirlo muchas cosas desaparecieron! ¿Qué fue de nuestro Edén, nuestro
mundo de inocencia, piedad y poesía; el testimonio de los
sentidos; la convicción de una fe poético-religiosa?
.
No es de
extrañar que sus contemporáneos no desearan que todo esto desapareciese y
ofrecieran toda la resistencia posible a una doctrina que para sus
conversos autorizaba y exigía una libertad de opinión y una
grandeza de pensamiento desconocidas hasta entonces, y con las que
no se había soñado jamás...'
.
¿Por qué Giordano Bruno fue exterminado aun
en 1600 antes de que pudiese hablar? ¿Cómo es posible que un hombre con el
genio de Galileo acabara encadenado en el suelo de una mazmorra? Es evidente
que no todo el mundo aprecia que se dé un posible cambio radical en
la visión del mundo.
.
(…) Aun cuando resulte muy inverosímil la
existencia de vida en otros planetas –digamos que las probabilidades son menos
de 1 entre 1.000.000.000–, podemos seguir esperando que surjan miles de
millones de ellos. Y si sólo hay 1 probabilidad entre 1.000.000 de que cada
cual produzca niveles en inteligencia significativos (por ejemplo, mayores que
unas bacterias del espacio), eso seguiría indicando que acaso haya millones de
planetas con criaturas que se relacionan en civilizaciones
inimaginablemente extrañas. Y de tal modo, el desplazamiento del centro abrió
nuestras mentes ante algo mucho más vasto (…)
.
A Sto. Tomás de Aquino (1225-1274) le gustaba
creer que las acciones humanas procedían de la reflexión acerca de lo que es
bueno. Pero no podía evitar observar todas las cosas que hacemos teniendo poca
relación con lo razonado (como por ejemplo el hipo, llevar inconscientemente
ritmo con un pie, la risa repentina ante chistes, etc.) y relegó todo eso a una
categoría distinta de las acciones humanas propiamente dichas al ser «actos no procedentes de reflexión por la
razón».
.
Nadie regó esta
semilla hasta 4 siglos después, cuando el erudito Gottfried W. Leibniz propuso
que la mente es una combinación de
partes accesibles e inaccesibles. De joven, compuso en una sola mañana 300
hexámetros latinos; e inventó luego el cálculo, un sistema numeral binario,
varias escuelas nuevas de filosofía, teorías políticas, hipótesis geológicas,
las bases para tecnologías de la información, una ecuación para la energía cinética,
y primeras semillas en la idea de separación entre software y hardware.
Mientras todas estas ideas brotaban de él,
comenzó a sospechar –al igual que Maxwell, Blake y Goethe– que quizá en su
interior había cavernas más profundas e inaccesibles. Leibniz (1646-1716) sugirió
que hay percepciones de las que no somos
conscientes, y las denominó ‘petites perceptions’: otros animales
poseen algunas percepciones inconscientes, conjeturó; así pues, ¿por qué no las
iban a tener los seres humanos?
«Las percepciones
insensibles son importantes [para ciencia de la mente humana], tanto como
los corpúsculo insensibles en las ciencias naturales», concluía: sugirió
también que hay actividades o tendencias («apetitos») de los cuales no tenemos
conciencia, pero impulsando sin embargo nuestras acciones, como clave para
explicar por qué los humanos se comportan según hacen; y lo dejó escrito con
entusiasmo en ‘Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano’, libro
hasta casi medio siglo después de su muerte no editado, en 1765...
.
Con este telón de fondo, un médico llamado
Ernst H. Weber (1795-1878) se interesó en aplicar al estudio de las mentes todo el
rigor de la «psicofísica» (…) Por
primera vez las percepciones comenzaron a medirse científicamente, y surgieron
primeras sorpresas. Se había creído evidente que los sentidos nos daban
representación exacta del mundo exterior, pero (…)
.
En 1833 el fisiólogo alemán Johannes P.
Müller observó algo desconcertante. Si dirigía una luz al ojo, ejercía presión
sobre él o estimulaba eléctricamente sus nervios, las sensaciones de visión
eran parecidas; es decir, se tenía sensación de luz, siempre. O sea, si
el sistema nervioso dice que hay algo «ahí fuera» –por ejemplo, aquella luz– lo mismo se cree, independientemente de
cómo y desde qué llegue la señal.
.
Ya estaba dispuesto todo el escenario para
que la gente considerara un hecho el que los
cerebros físicos están relacionados con su percepción. Y en 1886, después
de que tanto Weber como Müller estuvieran muertos, el estadounidense J. McKeen
Cattell publicó un ensayo titulado 'The Time Taken up by Cerebral Operations’. Sus muy sencillas mediciones constituyeron el presagio sobre
un cambio de paradigma.
.
(…) Al dejar los estímulos iguales pero
cambiar la tarea, podía medir cuánto más se tardaba en tomar una decisión. Es
decir, el tiempo del pensamiento, y lo propuso como una manera directa
del establecer correspondencias entre cerebro y mente. Escribió que tal experimento
sencillo proporciona «una demostración más contundente del completo paralelismo
entre los fenómenos físicos y mentales; muy poca duda cabe de que nuestro
cálculo mide cambio al mismo tiempo del
cerebro y en la conciencia».
.
Dentro del espíritu del siglo XIX, el
descubrimiento del cómo lleva su tiempo reafirmó que -al igual de otros
aspectos del comportamiento- el proceso de pensar
no es pura magia; sino, más bien, tiene base mecánica (…)
.
Al mismo tiempo que Charles Darwin publicaba
su revolucionario ‘El origen de las especies’ (1859), un niño con 3 años
nacido en Moravia se trasladó a Viena junto a su familia: Sigmund Freud
crecería con una flamante visión darwiniana del mundo, según la cual el hombre no es distinto de cualquier otra
forma de vida, y la atención científica podía dirigirse sobre el complejo
tejido del comportamiento humano (…)
.
Tras examinar atentamente a sus pacientes,
Freud comenzó a sospechar que las variedades del comportamiento humano eran
explicables sólo en términos de procesos mentales invisibles, de la maquinaria
que actuaba entre bastidores; y así, al concebir ahora el cerebro como una
maquinaria, concluyó que debían de existir causas subyacentes a las que no
podíamos acceder. Desde esta nueva perspectiva, la mente no tan sólo
equivale a su lado consciente, con lo que convivimos familiarmente; más
bien es como un iceberg, la mayor parte de cuya masa queda oculta (…)
.
A mediados del siglo XX, los pensadores
comenzaron a darse cuenta de que sabemos muy poco de nosotros: no estamos en el
centro de nosotros mismos, sino más bien –al igual que la Tierra de su Vía
Láctea, y ésta del Universo– por algún borde lejano, y nos enteramos muy
poco de lo que ocurre.
Las intuiciones de Freud sobre el cerebro inconsciente fueron acertadas, pero vivió décadas antes del moderno florecer de la neurociencia. Ahora podremos escudriñar el cráneo humano a muchos niveles, desde los picos eléctricos en células aisladas a pautas de activación que atraviesan los vastos territorios de nuestro interior, del cerebro…”
Las intuiciones de Freud sobre el cerebro inconsciente fueron acertadas, pero vivió décadas antes del moderno florecer de la neurociencia. Ahora podremos escudriñar el cráneo humano a muchos niveles, desde los picos eléctricos en células aisladas a pautas de activación que atraviesan los vastos territorios de nuestro interior, del cerebro…”
.
(David Eagleman: INCOGNITO. The secret Lives of the Brain, 2011-2013)
.
¡Sí, ahí dentro hay algo muy claro, e inapagable. Y no soy solo yo!
ResponderEliminarVed y oíd también -del mismo primaveral Día de las Poesías- esta canción "Hermano, dame tu mano", por Belén García Nieto, dentro del recital anteayer celebrado con el Observatorio sobre Renta Básica sobre 'Poesía en tiempos del despido libre' (y habrá más después)... = http://vimeo.com/62450206
Pero por favor, ¿no hay edición traducida del libro de Eagleman?
Gracias
El texto de David Eagleman estaba solo en inglés desde hace 2 años...
ResponderEliminarAhora ya lo tendremos traducido, en la editorial Anagrama: "Las vidas secretas del cerebro".