Vietnam, junto a China: 95 millones de personas y... ¡ningún muerto!
Esta hoja de ruta seguida "contra el Covid-19" en España NO es ninguna mejor estrategia planteada "por los expertos", ni tampoco se urde "para nuestra salud"; en realidad, tal rancio plan del "medieval" confinarlo todo... sirve a otros fines y motivos:
1/ mal podría esto creerse a niveles del conocimiento epidemiológico actual si hasta hoy es únicamente utilizado tantísimo por otro Estado miembro de la UE que comparte nuestros trágicos récords entre mayores "mortalidades per capita" (Italia),
2/ nada con "asegurarnos" de verdad se compadecerá el aplicar esa vieja receta del poder según la cual "un ganado en redil no puede dar -para cuidarse- tantos trabajos precisos como cuando se le deja suelto moverse"...
3/ además de cargarse con los agravantes de cómo, si -aun encerrados...- "distanciamiento social" nos hacen guardar así, ni siquiera viable avanzar en inmunidades "del rebaño" resultará.
Hace dos meses ya quedó advertido desde aquí mismo. Y posteriormente han abundado las argumentaciones paralelas:
"La presente pandemia ha destapado enormes carencias de los sistemas -políticos- actuales: incapacidad generalizada para tomar decisiones sensatas. El conocimiento avanza, la información fluye a una velocidad de vértigo pero las sociedades se muestran aterradas, paralizadas, desorientadas ante fenómenos que, lejos de ser novedosos, suceden de forma recurrente.
* Hemos contemplado una clase política demasiado pendiente de su imagen, una población extremadamente asustadiza, alarmada por todos los medios de comunicación; muchas respuestas improvisadas y pocas estrategias coherentes. Abundaron las medidas que aparentan seguridad, más dirigidas a tranquilizar momentáneamente al público que al aportarse soluciones permanentes. Y escasearon otras más eficaces, pero que requieren ciertas dosis de sinceridad, visión del largo plazo, valentía y generosidad.
* Como excepciones caben citarse 2 estrategias, ambas coherentes, pero completamente opuestas: una, ejemplificada por COREA del Sur, empeñada en suprimir la enfermedad utilizando medios tecnológicos avanzados; y otra, que abanderaba SUECIA, dirigida para mitigar o, sobre todo, reconducir los contagios, buscando la inmunidad colectiva con el menor número posible de fallecidos. Ambas vías resultan dispares en planteamiento, método y objetivos, con distintas fortalezas y riesgos; pero coinciden en algo fundamental: igualmente, descartar confinamiento general a la población y cierre de actividades económicas.
Las autoridades de Corea del Sur reaccionaron con prontitud para reducir al mínimo la enfermedad mediante una vigilancia electrónica capaz de trazar el movimiento de cada persona. Una aplicación de geolocalización, obligatoria en cada teléfono móvil, determina los contactos de cada infectado para ponerlos instantáneamente en aislamiento. Si alguien intenta burlar el sistema escapando sin su teléfono se expone a que le sea implantado un brazalete localizador del que no podrá zafarse. Las cámaras de tráfico y los datos de pago con tarjeta complementan un amplio sistema de información que permite a las autoridades conocer en tiempo real donde va cada uno y con quien se relaciona. Y los viajeros deben guardar cuarentena por 14 días antes de someterse al control general.
Corea logró reducir los casos al mínimo, mantener una mortalidad muy reducida y una curva de contagios muy plana mediante una estrategia que no perjudica sustancialmente la actividad económica… salvo al turismo. Ahora bien, tan estrecha vigilancia suscita serios reparos. Los ciudadanos podrían aceptar una suspensión momentánea de ciertos derechos democráticos para evitar un peligro, pero un sistema de vigilancia tan orwelliano no resulta muy compatible a largo plazo con una sociedad abierta.
Pero la principal dificultad es que apenas se genera inmunidad, con peligro constante de rebrotes capaces de arraigar rápidamente en una población carente de anticuerpos. Por ello, la estrategia de Corea del Sur se basa implícitamente en la esperanza de una vacuna temprana. Las autoridades afirman que pueden mantenerse en guardia meses o años, pero el sistema, aun siendo muy eficiente, nunca es perfecto. Si la vacuna se comercializa en pocos meses, Corea habrá superado la enfermedad con muy pocos fallecidos y los ciudadanos podrían recuperar su privacidad. Si se demora mucho, quedaría estancada, cerrada, condenada a una intensa vigilancia, a unos usos muy discutibles en un sistema democrático.
Suecia, por el contrario, estableció el enfoque basado en unas recomendaciones, sin apenas casi restricciones, con sus escuelas abiertas, total actividad económica funcionando y, sobre todo, respetando todos los derechos y libertades propios de un régimen democrático. El planteamiento aprovecha el enorme porcentaje de asintomáticos (más del 90%) y el hecho de que la enfermedad es mucho más peligrosa para algunos grupos (mayores y personas con enfermedades previas) que para el resto, aun cuando pueda generar en todos el mismo temor.
Las autoridades de Corea del Sur reaccionaron con prontitud para reducir al mínimo la enfermedad mediante una vigilancia electrónica capaz de trazar el movimiento de cada persona. Una aplicación de geolocalización, obligatoria en cada teléfono móvil, determina los contactos de cada infectado para ponerlos instantáneamente en aislamiento. Si alguien intenta burlar el sistema escapando sin su teléfono se expone a que le sea implantado un brazalete localizador del que no podrá zafarse. Las cámaras de tráfico y los datos de pago con tarjeta complementan un amplio sistema de información que permite a las autoridades conocer en tiempo real donde va cada uno y con quien se relaciona. Y los viajeros deben guardar cuarentena por 14 días antes de someterse al control general.
Corea logró reducir los casos al mínimo, mantener una mortalidad muy reducida y una curva de contagios muy plana mediante una estrategia que no perjudica sustancialmente la actividad económica… salvo al turismo. Ahora bien, tan estrecha vigilancia suscita serios reparos. Los ciudadanos podrían aceptar una suspensión momentánea de ciertos derechos democráticos para evitar un peligro, pero un sistema de vigilancia tan orwelliano no resulta muy compatible a largo plazo con una sociedad abierta.
Pero la principal dificultad es que apenas se genera inmunidad, con peligro constante de rebrotes capaces de arraigar rápidamente en una población carente de anticuerpos. Por ello, la estrategia de Corea del Sur se basa implícitamente en la esperanza de una vacuna temprana. Las autoridades afirman que pueden mantenerse en guardia meses o años, pero el sistema, aun siendo muy eficiente, nunca es perfecto. Si la vacuna se comercializa en pocos meses, Corea habrá superado la enfermedad con muy pocos fallecidos y los ciudadanos podrían recuperar su privacidad. Si se demora mucho, quedaría estancada, cerrada, condenada a una intensa vigilancia, a unos usos muy discutibles en un sistema democrático.
Suecia, por el contrario, estableció el enfoque basado en unas recomendaciones, sin apenas casi restricciones, con sus escuelas abiertas, total actividad económica funcionando y, sobre todo, respetando todos los derechos y libertades propios de un régimen democrático. El planteamiento aprovecha el enorme porcentaje de asintomáticos (más del 90%) y el hecho de que la enfermedad es mucho más peligrosa para algunos grupos (mayores y personas con enfermedades previas) que para el resto, aun cuando pueda generar en todos el mismo temor.
Tal como se ha descrito, la estrategia consiste en mantener una velocidad de transmisión moderada, aconsejando cierta distancia social y, sobre todo, en redirigir los contagios hacia los grupos de muy poco riesgo, instando a los vulnerables a aislarse completamente. El objetivo es conseguir mucha inmunidad con poca enfermedad y el mínimo de fallecimientos. La meta última es la inmunidad colectiva, que el 60% desarrolle anticuerpos y, por supuesto, que los vulnerables se encuentren en el 40% restante.
Porque las distintas mortalidades para cada país dependerían del, no tanto cuántas... personas, como quién se haya infectado. Y, por lo tanto, la mortalidad no es directamente comparable entre países: lo correcto sería comparar tasas de mortalidad para el mismo nivel de inmunidad alcanzado.
Porque las distintas mortalidades para cada país dependerían del, no tanto cuántas... personas, como quién se haya infectado. Y, por lo tanto, la mortalidad no es directamente comparable entre países: lo correcto sería comparar tasas de mortalidad para el mismo nivel de inmunidad alcanzado.
Por supuesto, el sistema se basa en la confianza de la gente en sus gobernantes y en sus conciudadanos, pero también en la propia generosidad: si no pertenezco a un grupo de riesgo debo mantener ciertas medidas de autoprotección, pero realizar mucho más esfuerzo en impedir el contagio de mayores y enfermos que el mío propio. Al igual que la estrategia coreana, la sueca también implica un riesgo: que el virus traspase las barreras que protegen a los vulnerables, que logre entrar en las residencias de ancianos, cosa que ocurrió al principio en alguna ocasión.
Que la enfermedad no estallara en Suecia, que la mortalidad se mantuviera dentro de la media europea, enojó a muchos observadores por refutar la necesidad del confinamiento. Pero su planteamiento comienza a marcar el camino a otros países, que van remodelando su estrategia. Dinamarca y Finlandia, que aplicaron una cuarentena bastante estricta, ya han abierto las escuelas. Y el Reino Unido también se plantea la apertura el 1 de junio, aunque los sindicatos de profesores ejercen una fuerte presión sobre el primer ministro para que las mantenga cerradas; quizá una señal de que los intereses corporativos también desempeñen cierto papel en la toma de decisiones.
Que la enfermedad no estallara en Suecia, que la mortalidad se mantuviera dentro de la media europea, enojó a muchos observadores por refutar la necesidad del confinamiento. Pero su planteamiento comienza a marcar el camino a otros países, que van remodelando su estrategia. Dinamarca y Finlandia, que aplicaron una cuarentena bastante estricta, ya han abierto las escuelas. Y el Reino Unido también se plantea la apertura el 1 de junio, aunque los sindicatos de profesores ejercen una fuerte presión sobre el primer ministro para que las mantenga cerradas; quizá una señal de que los intereses corporativos también desempeñen cierto papel en la toma de decisiones.
La gran ventaja de la estrategia sueca es que no sólo posee un fin último, también estaciones intermedias. El crecimiento paulatino de la inmunidad va reduciendo de forma natural la velocidad de contagio y permite relajar todavía más las restricciones. Mientras Corea permanece inmóvil, vigilando permanentemente puertas y ventanas, Suecia se mueve, avanzando a buen paso. Que una estrategia domine a la otra dependerá de lo que se demore la vacuna. Si, como vaticinan los expertos, tarda muchos meses, o más de un año, aun los más recalcitrantes quizá acepten que Suecia acertó.
Muchos otros países reaccionaron instintivamente y, en un ambiente dominado por el miedo, implantaron, no el aislamiento de los enfermos o sus contactos, sino un prolongado encierro indiscriminado de todos los sanos. Y no solo con graves consecuencias económicas, quiebras para las empresas, desempleo, pobreza; también sociales, incrementando la población dependiente de las ayudas del Gobierno, agravando ciertas enfermedades mentales. Sin olvidar las consecuencias políticas pues, como mínimo, el confinamiento obligatorio puso en entredicho libertades fundamentales y creó un caldo de cultivo propicio a la censura de opiniones contrarias. Y, también, consecuencias culturales, pues muchos niños fueron privados de una formación, una disciplina y unos hábitos que serían imprescindibles en su futuro.
De hecho, algunos países muy pobres no aplicaron esta medida porque buena parte de sus habitantes se gana la vida en actividades informales, de mera subsistencia. No nos engañemos: solo en los países más ricos podrían... permitirse tal lujo de permanecer dos meses encerrados en casa; difícilmente podrían hacerlo aquellos que necesitan imperiosamente salir cada día a la calle en busca de sustento para alimentar a su familia.
Nadie niega que el confinamiento pueda ser necesario en momentos críticos, en zonas determinadas. Pero resulta muy discutible cuando se aplica de forma generalizada y prolongada pues, al no discriminar entre vulnerables y no vulnerables, no reduce las muertes: solo las aplaza en el tiempo. Comparado con el enfoque sueco, crea mucha menos inmunidad para la misma enfermedad visible.
Paradójicamente, hasta los más contumaces partidarios del statu quo reconocerán que, tras el proceso de reapertura, comenzarán a parecerse a Suecia casi todos los países: establecimientos abiertos con medidas de precaución, cierta distancia social, fomento del teletrabajo etc. Pero la similitud sería tan sólo aparente, superficial, porque sus elementos fundamentales, lo que determina que la pandemia finalice o se estanque, es el trato diferenciado que deben recibir las personas vulnerables frente a las no vulnerables. Aunque no lo estipulen los gobiernos, quienes no pertenecemos a grupos de riesgo debemos preocuparnos mucho más por el contagio de ancianos y enfermos que por el propio.
Algunos afirman que todo se reduce a una disyuntiva entre salud y dinero. Pero tales dilemas desapareceán cuando comprendemos el que solo retrasan, no evitan la enfermedad, ciertas medidas. Hay que entender que, al contrario que ante alguna imaginación infantil, el monstruo no desaparece por escondernos en casa. Y que hay determinados momentos de nuestra existencia que invitan a actuar con elevadas dosis de madurez, valentía y generosidad."
Sin embargo, como recordatorio adicional de lo ya dicho, es importante tener claro que ambos "2 modelos..." citados -de Suecia y Corea...- no son en absoluto exclusivos para dichos casos. Por el contrario, en el segundo podrían tomarse igualmente de paradigma otros Estados ejemplares en análogo sentido (Japón, Vietnam, Australia, Nueva Zelanda ¡o hasta China...!); y para la primera opción había también alternativas (desde Alemania -¡e incluso Portugal...!- a Israel): muchísimo mejor, todos, comparándose con España.
Por fin, varias fuentes científicas de las más rigurosas confirman cómo se nos manipula (para reprogramársenos...) hoy aquí, hacia una opresiva 'Nueva Normalidad' global... que contagiarán todas las cadenas del confeso 'Mando Único'.
Aprovechando "Una coartada sanitaria", en realidad se buscarían más que nada otros objetivos precedentes al Covid-19...
Para ello está siendo fundamental mantener, generalizándolas con razones o sin ellas, las mayores histéresis en los 'Estados de Alarmas'...
Y aparte de ciertos reequilibrios con otra composición de fuerzas a nivel geopolítico, se plantea un impulso definitivo al 'Shock digital' que domeñaría toda nuestra vida ya sin escapatorias ni posibles vueltas atrás.
MUERTES del COVID-19, por cada 100.000 habitantes