Se puede arrancar desde algún pensamiento, o sea de la dualidad objeto/sujeto,
para luego saltar hacia lo no-dual. ¿Cuándo y cómo se produce dicho salto? No
lo sé. Tampoco estoy seguro del que se trate de un saltar. Al menos, no es ninguno
que se pueda provocar a voluntad. Sino, más bien, una deconstrucción; y,
a lo sumo, cabe su preparación psicosomática para que surja iluminación: espontánea mente.
Por otra parte, tal vez la misma energía del pensamiento crítico
(cuando si puede ser realmente tal,
poniendo en crisis sus
propios fundamentos, o asume paradoja última de la razón y deconstruye relaciones
objeto-sujeto) sea (transformado espontáneamente, ya, en) conciencias místicas.
Así como hay alguna equivalencia entre masas y energías, puede que se dé
también otra de crítica con mística.
Meditar
no es buscar nada, ni siquiera salud; sino permitir que la realidad (el Tao) fluya, espontáneamente: aquí,
ahora. Es liberarse, del pensamiento compulsivo, y estar alerta. Meramente, el
acto del existir, sin esfuerzo; por gozo puro de hacerlo. Descansar en el atemporal Testigo, vacío e increado; manteniendo
recta nuestra columna vertebral, enraizarse sobre la tierra (“Méditer, ce n'est pas
décoller mais aterrir”).
Si atender
al respirar (anapanasati) o a visiones perspicaces (vipassana) son
técnicas de meditación complementarias, cuanto tienen
común es un situarnos en el ahora y aquí, desenganchados desde Io que ocurriera
por otros pasados o pudiese ocurrir con
cualquier futuro. Dicho en otra forma: desde tal silencio de mentes, la mirada
penetrante, sin expectativas ningunas, accediendo al puro presente. Por ello, habría mil
maneras del meditar, para sentarse -cómoda mente- y observar. O sea, de
meditación… sin meditarse.
¿CONFIAR? Cabe hablar de una
confianza –digamos- ontológica, cuando uno se
fía de la realidad. O algunas actitudes previas
a todo [También aquélla -infantil...- en la del que habremos de cobrar
alguna pieza sin demasiados esfuerzos (¡atención: previo esfuerzo, aun cuando
no demasiado!)… Lo mío es tal confiar en el hallazgo, inmediato, de algo real.
Un punto del partir que ya es de llegada: por eso me atraería el Zen, que siempre se ha llamado a sí mismo “camino del
despertar instantáneo”; y no porque sea rápido, sino por
liberarnos del tiempo].
A esa confianza
previa en otras épocas la llamábamos fe (De hecho, la palabra
griega pistis debe ser traducida
por confianza, más que como creencia). Hoy se trata de
reconvertir esa fe, esa pistis, pero ya sin dogmas
adheridos ni ápice de realismo ingenuo. ¿Por qué iba, la fe, a ser un
monopolio para los creyentes? Pensamos
que, más bien, sea energía con lucidez. Porque así es lo paradójico de tal fe, agnóstica y existencial, a la vez (en parte
vislumbrado por Lutero: con uno de sus Sermones, enseñaba
que “creer no requiere información, conocimiento ni certeza,
sino una entrega libre y alegres apuestas”).
Sabemos cómo -"tal cual"-
el mundo no
es accesible: navegamos
sobre unos mares de interpretaciones,
construcciones cerebrales, o adaptaciones para la supervivencia.
Y por esa confianza, digo,
la fe pura; una cierta conformidad con el vivir[se]. Sentirse a gusto, en la
realidad, e independiente mente de las ideas que se tengan al respecto. ¿Creyentes...
o ateos? Pero ¿qué importancia tendrá eso? Lo que cada cual piense sobre sí
mismo tiene bastante irrelevancia. Es desentenderse ya del problema -de[sde] la fe...- tenerla; y, en todo momento, hacerse lo que a cada uno
corresponde hacer.
Esa confianza ["Pues, eterna mente, sólo existe ahora" (Schrödinger)…], que salud mental es. [Por otra
parte, ¡cuidado: no confundir con ingenuidades de «pensamiento positivo», el cual
dice ‘vida es bella, y viva la Virgen!’ A menudo, las vidas nada tienen de
belleza. He hablado sobre una cierta conformidad con el vivir, sentirse a gusto
por lo real. Mas también es posible sentirse muy a disgusto en lo real o disconformes
por la vida. ¿Qué ocurriría, entonces? Pues, para empezar, está el derecho a
quejarse. ¿Y ante quién? No sabemos.]
La queja también puede ser una
pura plegaria, posibles preludios antes de alcanzar la posición del Testigo. En cuyo caso, la misma
fe/confianza se diluirá en lo último [y entre todo ello no hay nada; es decir,
hay una cierta libertad. E incluso si ésta se pierde, hablemos
de la eutanasia]. Ser libres, «más allá del
ego»... Somos
ciudadanos aterrorizados por algún posible fin del pasatiempo, incapaces de
resistir a vacíos, en la realidad pura.
Ese terror dispara nuestros atolondrados
proyectos de identidad, nuestro parloteo mental y automáticos refugios en la
ficción. Incluso con el fanatismo. ¿Se puede vencer esto? Sí, en teoría, y ahí
residen los meollos de sabidurías. Abandonarse a todo, incluido el no-ser, sin
angustia ni temor. Dicho de otro modo: no esforzarse por ser. Hacerlo, sí, con
la obra bien hecha; pero desde cualquier desapego, abandono previo (al Tao) u otras inefables formas, como se quieran
-o no- decir… Sin mí, el mundo se hizo... y así seguirá.
A mi juicio, el ego es una función
útil, pero insubstancial: tenemos egos, como estómago y pulmones; pero no somos
ego... C. G. Jung se refirió a un self más allá del ego, el cual se
revelaría sólo a través de imágenes arquetípicas. Un punto de vista más bien
regresivo. En contraste, la genuina visión oriental no ve inconveniente alguno
en concebir una conciencia sin egos, ni arquetipos; ya sea negándolo, como el budismo, y/o
transfigurándolo (vedanta).
En esos
contextos, Oriente transige asumir muertes. Occidente, por contra, se define
desde angustia frente al morir (Heidegger). Pero eran más sabios Nagarjuna o
Shankara: «La forma es vacío, y el vacío es forma», leemos en el Sutra del
Corazón. Inesperadamente, la física cuántica ofrece una perspectiva
concordante. Toda materia es -nada más que- alguna modificación del vacío; el cual
está ya infinitamente lleno por energías. Nuestro
mundo, manifiesto, es una temporal asimetría en los vacíos que se cancelan.
Materia y vacío son una misma cosa.
Digamos,
desde una perspectiva análoga, que también el yo es no-yo. Y viceversa (nuestro
ilustre Hume lo vio, hace siglos: “el yo no es más que algún manojo de
percepciones varias… en perpetuo huir”). Ese vacío que hay entre uno y otro momentos
en mi conciencia, eso, también forma parte del ser consciente. Por tal vacío
localizó el yogi tibetano Milarepa la “sabiduría
no conceptual”.
Meditación,
confiarse… y -por fin- “EXPERIMENTAR'': lo inmediato. “¡Cuanto nos requiera ser demostrado no vale gran cosa”, escribió Nietzsche. Paradójicamente, tal mismo gran demoledor de ideales trascendentes
nos pone sobre pistas a una genuina trascendencia, que sólo sería inmanencia: la inmediatez
desde aquello cuanto, más que fin del recorrido,
es un punto de partida.
No es
casual que todas las tradiciones de mística solvente hayan comenzado
sus enseñanzas partiendo desde algún cierto
absoluto inmediato ["En el principio era, es, la inmediatez absoluta (...) el uno
sin segundo” (ekam eva advitiyam), que nos enseña la Chandogya Upanishad].
No hay otra cosa. Y por eso carece.de
sentido plantear las “pruebas de la existencia" sobre lo absoluto inmediato.
Lo cual no es ontologismo, sino la
contrapartida de una vivencia muy especial.
Ésta coincide
con una conciencia de que la liberación consistiría
en llegar a ser lo que ya [se] es: alcanzar el lugar donde [se] está ya… Esta
vivencia muy especial es también lo más común,
pero una experiencia no-dual, 'mística'; y, como dije
antes, a primera vista parece bastante inútil hablar
sobre la misma.
Nada
más contradictorio sino el escribir, con cualquier lenguaje inevitablemente
dual, sobre la realidad no-dual. Pero cabe remitirse hasta unas
ciertas complicidades. Y, de algún, modo deberemos entendernos... Hay,
algo... Ésta (y no el "cogito" cartesiano) es la
constatación primordial; después ya vienen las explicaciones, o contextos,
variados. Y por eso hay místicas religiosas, agnóstica, teísta, devocional,
atea...
[El
budismo, ya se sabe, abocó a una mística sin Dios (ateísta, más que atea); y también Occidente, a veces, tantea esta
dirección. Por ejemplo, resulta significativo cómo G. Landauer -figura
principal en el anarquismo histórico alemán al tiempo que apasionado estudioso
del Maestro Eckhart- escribió proponiendo una sin dioses, en su libro Escepticismo y mística (1903); o más
recientemente, que J-C. Bologne haya sostenido, desde Le mysticisme athée
(1995): “le mysticisme est par essence
même athée, et ses raports avec la religión n’ont été qu’un malentendu
historique”... Pero no entraré ahora en cuanto sea sólo
cuestión de contexto interpretativo.]
Es lo
relevante decidir que, sí, existe una experiencia
genuinamente mística; más allá -o aquí...- de (otras) interpretaciones: aperturas,
a-conceptuales, a esta realidad. Y el
acceso a tamaños tipos de sabiduría, como
ya dije, apenas casi se concibe aquí en Occidente. Porque
jamás podríamos deshacernos del pensamiento, es decir, de lenguaje;
dado que toda realidad viene siempre condicionada por algunos... Ahora
bien, éstos, algo aprendido son; tan sólo. ¿Y si los desaprendiéramos?
A esa posibilidad, en Oriente, la llaman meditación.
Con lo cual a ser una deconstrucción del pensamiento, solo,
pasa la misma. Y se puede meditar incluso filosofando; cualquier
pensamiento conducido hasta su límite, ya, es meditación (en la
medida que hace posible saltar hasta inexistencia de un centro pensante: entonces, la forma es vacío, y éste prosigue siendo conciencia o -quizá, mejor aun-
libertad].
Sabemos
que, desde un enfoque conceptual en Occidente, no hay experiencia
sin interpretaciones; pues toda ella es finita, dual y
condicionada. Ahora bien, aquí hablaríamos ya de otras posibles experiencias puras: no
duales e incondicionadas (lo que la filosofía india llama el nir-vikalpa, por
contraposiciones a sa-vikalpa). Nos referimos a las formas para experimentarse la realidad más allá de trampas por el lenguaje,
al otro lado del sentido común.
Sugerimos
que desde la experiencia cotidiana de cualquier cosa ya está el Tao, Dios, Vacío, lo Absoluto y
cualquiera otra manera como quiera -o no- decirse. Planteamos que tal estado, no-dual, de la conciencia nunca es uno
alterado; sino muy real… Estamos
ya en lo absoluto, y no existe otro camino especial para llegar al lugar en donde [se]
está ya... Las personas místicas no son ningún tipo de atleta espiritual; sino,
sencilla mente, del ser lúcido: despiertas.
Todo lo
cual se acomoda con la doctrina budista del dzogchen, el cual
explica cómo la iluminación está ya hoy aquí, o que ni siquiera
son necesarias meditaciones; pues no se
trata de cambiar nuestra percepción sobre otra cosa, sino del reconocerse
pureza en la mente. Y tampoco existirían dos tipos -diferentes- de conciencias,
iluminada e ignorante: sólo existe uno; es decir, estamos liberados,
ya [Leemos el Tao te king: “Procura estarte quieto / hasta que cualquier acción
apropiada, por sí misma, surja”]… Sola mente, se
trata del reconocerlo; en el
desapego.
MEDITACIÓN: en cierto modo, es una manera controlada de no
detenerse; meditar se parece mucho a morir [el Zen
llama ‘la gran muerte’ al satori, o sea, comprensión y entendimiento
iluminado], lo cual también tiene su ventaja (si mueres antes del morir, cuando mueras, ya no
morirás)... ¡Es posible vivir sin identificarnos -en exclusiva- con el ego: por mística, y no religión, anularlo cabe!
Lo que Buda descubrió fue cuánto sufrimiento (duhkha)
es toda vida, estando las causas en el apego (trishna), final mente, mas
no hay ningún –verdadero- yo (anatman) sufriente; y quienes esta
paradoja tampoco hayan captado son dignos de compasión (karuna) siempre [Lo cierto es cómo pasamos la vida sin entender gran
cosa sobre aquello que alrededor sucede, ni apenas nada con respecto a lo que
nos está sucediendo, inmediatamente… Y se me ocurre añadir que rellenamos
nuestras lagunas con manías, o sea, somos maniáticos a fuer de incoherentes; pues
en algo debemos apoyarnos]…
Quiere decirse que si ahora mismo murieses a la
sensación de identidad separada y tu verdadero Self (que, desde lo
existente, la totalidad es) descubrieras, morir luego no supondría sino el caer
una hoja en este inmenso árbol; o mejor todavía, un absorberse la gota de agua
dentro del océano: dejar de ser gotas, y seguir siendo eso mismo, igual mente.
(desde 4 de marzo del
1996...)