Luego del resultar Manuela Carmena ya votada como alcaldesa de Madrid, presentó su nuevo libro sobre “Por qué las cosas pueden ser diferentes: Intento explicar lo importante que para mí son las actitudes del cambio relacionado con lo social. Creo que hay una gran admiración por inventos tecnológicos y desatención para los más, en cambio, sociales. Y el invento social surge de aquella capacidad que tienen determinados seres humanos para modificar su sociedad, tomando decisiones hasta conseguir cambiarla. Así hago una reflexión sobre aquellos cambios que yo he vivido, en los cuales participé, intentando ver cómo se necesita seguir cambiando: educación, justicia, política, el planteamiento de la vejez, muy propio desde los años que tengo…"
Insistiendo, alguna vez, más: "es
importante que los gestores públicos tengamos imaginación y capacidad de
generar ideas. Pero nuestra sociedad rechaza lo nuevo, por obligarnos a pensar
y replantear las rutinas. He sido siempre innovadora y creo que tengo
imaginación. Cuando los medios cogen ideas nuevas y las trituran con el apodo
de ‘ocurrencias’, recuerdo lo que dijo la gran Concepción Arenal: hay palabras
que no insultan, pero descalifican. La iban acusando de ‘utópica’ y ella lo
atribuyó a un intento por desacreditarla...
Ocurre si se formulan
ideas planteando alternativas al funcionamiento de la sociedad conocido [no hablé de ‘convertir a universitarios en barrenderos’; planteaba
la idea del ‘trabajo social universitario’, muy extendido en EE.UU,
para reforzar la limpieza en los campus: cuando celebran una fiesta, ¿por qué universitarios no pueden cooperar con su propia limpieza?]...
Las curvas de toda la innovación tienen siempre tres fases: indiferencia, confrontación
y –finalmente- aceptación de lo nuevo…"
“Hay que preguntarse por qué (o/y cómo) el pasado debate televisivo entre
Pablo Iglesias y Albert Rivera [ver su video] ha dejado perpleja a la opinión pública. ¡Qué
emoción! ¡Qué pálpito! Algo insólito en la política española, 5 millones de
espectadores. Aseguran los analistas de postín que han dejado en cueros a los
dos grandes monstruos de nuestras corruptas instituciones políticas: ‘¡Que se
repita! ¡Que se repita! ¡Pero que incluya a los grandes electores del PP y del
PSOE!’… Imposible. Lo nuevo es irrepetible, porque cuando se intenta volver a
hacer, se vuelve viejo.
¿Alguien se imaginó a Pedro Sánchez y Mariano Rajoy sentados en una tasca
del barrio, con fondo de botellas, tomando cafés con leches en vaso e iniciando
un debate? Vamos a ser serios y no decir boberías. El brillante debate entre
Iglesias y Rivera tiene unos elementos que nos exigen un análisis. En primer
lugar mantener el interés del espectador; lo cual, no tratándose de un directo,
exigió al equipo que construía el montaje –la edición, en lenguaje profesional–
hacer muy bien su trabajo [y confieso ser la primera vez en mi vida que
aguantaba un debate íntegro; siempre apago cuando la capacidad para soportar
demasiadas mentiras se me satura].
Son cosas que la gente del gremio sabe muy bien. Se llaman momentos
irrepetibles. Dos tipos jóvenes, sin nada que perder y muchas ambiciones por
ganar, se han enfrentado en un combate donde cada uno estaba queriendo afirmar su
territorio. Nada más. Uno llegó algo tocado. Iglesias y ‘Podemos’ han cometido
errores de novato ante las arrolladoras ofensivas de la derecha; el más
significativo, dejar a los pies de los caballos a Juan Carlos Monedero. El
comportamiento del mismo con Hacienda fue diáfano; hizo una declaración que no
se ajustaba bien a su estatus y la corrigió con otra suplementaria. No sólo es
legal sino que millones de otros españoles lo han hecho antes ya. Pero le
crujieron. ¡’Monedero igual, otro Bárcenas’, decían!
La historia más estúpida jamás contada. ‘Debe dimitir’, dijeron los
jeremías de su propio partido; y no entendieron que cuando un grupo político aspira
al poder, estando cargado de razón, no puede ceder ante la presión mediática.
Es una muestra de su debilidad que pagará muy cara (‘¡Estos chicos resultan blandos,
pensaron; y con esa blandura no están hechos para mandar!’). Jamás puedes entregar
un alfil en una partida que apenas ha comenzado. Lo volvieron a intentar con
Íñigo Errejón, pero tal acusación pondría patas arriba toda la Universidad,
donde los niveles de irregularidades –y corrupción de menor cuantía– no han
sido nunca investigados. ¡Cómo van a meterse con los catedráticos cuando son reserva
natural de su política y siguen la tradición franquista que ha dado en llamarse
‘Oposición silenciosa’: despotrican en el bar, pero aceptan las regalías! Una
investigación, no sé si fiscal o forense, sobre la universidad española daría
un resultado inquietante.
A Rivera se le notaban las tablas. Está curtido. Catalunya tiene una clase
política impresentable desde cualquier punto de vista, ‘como la española’ -frase
obligada para que la gente de acá no se sienta ofendida: aquí todo tiene que
compararse con ‘Madrid’, desde los aeropuertos hasta los atascos en las
autopistas-… Pero es formadora de líderes; o, si no, que se lo pregunten al PP
y PSOE. Cuando se cansan de discutir sobre lo más obvio, se van a Madrid. Y
tienen éxito. Albert Rivera es un caso típico. Con sus 'Ciudadanos' recorrió el desierto catalán sin
pararse por su ‘oasis’ e impuso un reto nada fácil de llevar. Ser considerado
un ‘fascista’ por los neofascistas que no saben que lo son [pues el fascismo no
es una ideología, sino un comportamiento]. Pero salió adelante, aseguran que
con el apoyo de la banca. Ésta no apuesta, ‘la banca gana’ siempre; y cuando
pierde, lo pagamos nosotros: 40.000 millones de euros, cifra oficial. Lo que
más odia un financiero, además de la inseguridad, es el vacío anunciándola.
Es impensable una repetición del debate Iglesias-Rivera, por muchas
razones. La fundamental es que ninguno de los grandes corruptos aceptaría una
discusión sin normas escritas, para eso están los asesores. Y segundo,
condicionarían al entrevistador sobre las preguntas. ¿Se imaginan a sor
Gabilondo haciendo las preguntas, con esa insinuación monjil que hay en su
estilo? Detesto a este tipo del entrevistador, cuya imparcialidad no es más que
un disfraz, por estar pactado todo lo demás. ¿O Manolito Campo Vidal? [Disculpen
la familiaridad pero le conozco desde que aspiró a ocupar alcaldía de Cornellà
–si la memoria no me traiciona– con el PSUC facción ‘leninista’ y perdió ante
las arrogancias de los ‘banderas rojas’. Yo cené con él aquella noche, que
nadie borrará de mi memoria. Y lo veo ahora con ese deje distante, advirtiendo
a sus interlocutores, como si se tratara de un maestro que sugiere a los
presentes ser comedidos y no lanzarse a la yugular, porque hace feo] Siempre son
ellos los verdaderos protagonistas de cualquier debate.
Évole tiene una ventaja. Una voz agrillada, casi una octava por encima de
lo normal, que rompe todo el compadreo. Y hace algo que no es habitual en los
entrevistadores: inquiere con el mínimo de palabras. Una frase como
introducción y apenas un par de subordinadas. Luego la pregunta. Una fórmula
eficaz que humillaría en cambio a Campo Vidal o Gabilondo, porque ellos son los
reyes y los entrevistados sus huéspedes. Ese timbre de voz del Jordi Évole con 'Salvados' es
como un timbre que hace difícil no contestar.
Insisto. No es posible repetir tal hazaña. Eso pasa una vez porque se
dieron las condiciones idóneas y los personajes en su momento más oportuno. Un
Pedro Sánchez fracasaría en el intento, a menos que anduviera solo. Y Mariano Rajoy,
aunque solo estuviese. Pues, en el fondo, entre Rivera e Iglesias había una
complicidad. La de los aspirantes al podio. Esa que permite decir con cierto
rubor que han pagado ‘en negro’, sí, diversas veces; aun cuando el ya trabajado Rivera
añadía cómo se preocupó durante los últimos años del que no le ocurriera más eso.
¡Por la cuenta que te trae, muchacho!
Mas no hace falta demostrar la imposibilidad de que algo semejante se
repita con Sánchez o Rajoy. Basta con sus respuestas al reto por esos dos
jinetes jóvenes, dispuestos a intentar arrebatarles el liderazgo a los dos
partidos más venales de la democracia. El eterno funcionario del Partido
Socialista, Patxi López [hijo de su padre, un veterano socialista a quien
recuerdo siempre servicial y taciturno, Lalo L. Albizu] asegura que tales
reconocimientos de haber pagado ‘negro’ poco menos que les invalidan para
gobernar. Hay que tener huevos de plomo o una cara de cemento armado para que
un hombre como él, con su pasado y sus relaciones, ose decir tal cosa.
Pero el PP fue aún más lejos. Ese portavoz con cara de caballo, Rafa
Hernando, que cuando sonríe se parece a Fernandel -aquel actor francés, al cual
ya casi nadie recordará- pero sin gracia. Ya tiene que andar jodido y escaso de
medios el PP para nombrar portavoz a un tipo dedicado a no convencer a nadie si
no es denostar al adversario. Pues bien, este caballero ha tenido el tupé para
denunciar a los dos debutantes del debate porque reconocieron que pagaron
alguna vez ‘en negro’. ¡Pero si el PP lleva pagando ‘negrísimo’ desde que
nació!
Tal es el problema. 5 millones de televidentes españoles escucharon a una
pareja novata –en política es novato quien todavía no ha disfrutado del poder– que
hablaban como personas, y se les notaban las diferencias abismales pero no por
ello ponían grito en el cielo ni decían cosas como ‘Tu eres poco español’… o ‘no
sientes las palpitaciones del pueblo llano’... Eran políticos normales antes del
entrar a su laberinto; en ningún momento apelaron a la demagogia o sentimientos
patrióticos, al que ‘se muere desangrada España por sus enemigos’, y demás
patochadas. Esta gente, felizmente, no tiene nada que ver con nosotros. Es otra
generación con otras vivencias y ambiciones muy distintas. Mientras nosotros,
aquí en Catalunya, tostando ‘el pollo’ seguimos.”