martes, 31 de julio de 2018

Claro: "sin aceptar la realidad, nunca vamos a saber cómo arreglarla", nos dice Patxi Andión


  
Los hombres (o sea, las personas; es decir, ese tan peculiar animal que ser con humanidad cree poder considerarse...) gozaríamos de ciertas posibilidades asombrosas: cuando necesitamos una verdad, [si hace falta, bastante], hasta la inventamos...! Lo cuyo luego tendrá sus consecuencias, como bien recuerda el cantautor...

"Todos los rostros se asoman tras las cosas, por insólitas que parezcan
(Julio)

La gente sabe y algunos, de memoria, repetir el poema que recita Segismundo en la jornada III, escena XIX de La Vida es Sueño del enorme Pedro Calderón de la Barca, donde al final de la primera estrofa explica: 'Y la experiencia me enseña que el hombre que vive, sueña lo que es, hasta despertar.' 

   
En el poema 'sueña el rey', 'sueña el rico... y sueña el pobre'... y sueña él mismo en prisión, para acabar la última estrofa con aquello tan repetido de: '¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y que el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.'
 
Seguramente en ningún lado se retrata con mayor precisión el ánimo del alma humana. Dispuesta a admitir la ficción consecuente de sus deseos. De la misma manera que Segismundo sueña en prisión estar libre, el ser humano se pirria por lo que pueda alimentar sus sueños.
 
Es posible que la realidad social del entorno de Calderón, el Siglo XVII y en los insólitos 81 años que vivió era la que era y eso quiere decir que la vida terrenal no guardaba las lindezas suficientes como para pretender a toda costa seguir viviéndola, y menos, desde luego en las clases populares, aunque la miseria física terminaba alcanzando a ricos y pobres. Y quizá por ello, cualquier ensoñación les asomaba a un nuevo mundo imaginario en el que redimir las cuitas de este.
 
Sin embargo, la vida moderna, al menos en su versión desarrollada, en esta Europa avanzada, para la gran mayoría de la población se parece bastante a aquella soñada por Segismundo y seguramente muy por encima de sus expectativas, con placeres al alcance de casi todo el mundo que no hubiera podido imaginar. Pero, en contra de lo que él hubiera podido comprender, su queja en verso desde la prisión sigue siendo común en el común de los mortales: el hombre sigue soñando.
     

   
La economía, la bio medicina, la tecnología, la robótica, la genética moderna, las redes sociales, etcétera imponen su realidad y día a día van haciendo realidades los sueños muy osados, cada vez más reales. Y no hay nada más tozudo que los hechos como dejó dicho Aristóteles. Sin embargo, una mirada a cualquiera de las secciones de un periódico, este mismo, revela una enorme cantidad de hueras ensoñaciones. 
 
Sueñan los conservadores xenófobos de Centroeuropa con países puros genéticamente hablando, sueñan los islamistas radicales con imponer su credo en el mundo entero, sueñan los ingleses eurófobos con vivir mejor aislados, sueña Trump con unos Estados Unidos que sólo hablen inglés, sueña el PP con reverdecer a Aznar y reconquistar Cataluña y sueñan los independentistas catalanes con una Arcadia payesa donde sólo se oigan los versos de Espriu y poder ser libres para dejar de echar las culpas a Madrit. Pero claro, 'los sueños, sueños son'. Y nada... nos arreglan. Con todo lo que hay que arreglar.
 
La tozudez de la realidad no debe llevarnos a evadirnos de ella con ensoñaciones, infantiles, todas. Durante muchísimos cientos y miles de años, no supimos lo que pasaba en otros lugares sino de forma vicarial y trasnochada.
   
  
Hoy sabemos que lo que nos pasa a nosotros le sucede también a la mayoría de los humanos, sean verdes, islamistas, negros, conquenses o inspectores de trabajo. En Europa, además, contamos con un proyecto que empezó por fundarse sobre el mercado del carbón y del acero... Pura realidad: no vale con alarmarse por derivas conservadoras en determinados territorios, las amenazas disgregadoras, las posturas populistas, las actitudes excluyentes. 
  
Tenemos que aceptar la realidad y ponernos a ver cómo la arreglamos, porque sin aceptar la realidad, nunca vamos a saber cómo arreglarla."
 
     
Nuestras vistas no del todo fiables nos vienen siendo, parece tal como si termináramos por "ver" tan sólo aquello cuanto imaginamos; acaso quizá lo "palpable" pudiera fallar menos que las mentalidades...
    
Pero sin embargo, hay otro antídoto siempre frente a toda ensoñación, o contra sus confusiones: el 'sistema' -dizque científico...- de las dudas metódicas para poner en prueba cada "creencia" mediante su más prudente 'falsación' ante contrastes externos u objetivos... Y deberíamos no echarlo al olvido, con tantas insistencias. Callándonos, por escuchar mejor.
     

jueves, 19 de julio de 2018

"Diversidades: farlopa que a la Izquierda el capitalismo le ha vendido" (Juan Soto Ivars)


Sería difícil decirlo mejor que aquí, clara mente, sí: el capitalismo no es en esencia racista, homófobo ni sexista, sino explotador netamente (...) y aunque las luchas por la diversidad siguen siendo necesarias, el poder económico no se siente amenazado frente a ninguna minoría...

Si esas luchas de la diversidad terminan conduciendo hasta el que alguna mujer [o incluso cualquier LGTB] alcance cimas de la pirámide social para desde allí explotar a mujeres más hombres, lo mismo nos dará que cuando el explotador es del otro género...

Y nos importaría, en fin, lo mismo para ese caso siendo tanto liberal-popul(ar)ista... o afect@s al nacional(ista)-socialismo... ¿No se ve, aún, bien obvio?
   
"Algo le pasa a la izquierda para que, en los años más proclives al cambio, es decir, tras la constatación de la estafa que fue el 'crack' de 2008, haya ido dando tumbos por el mundo como si estuviera drogada. No solo no consiguió vender sus soluciones en la mayor parte de los países, sino que en aquellos donde triunfó, como en Grecia, fue desarticulada por opacas instituciones neoliberales como la "Troika" que derechizaron su rumbo bajo amenaza de intervención. El desánimo se ha dejado notar en el plano teórico, donde la izquierda ha perdido el aura de excelencia y ha caído en una guerrilla interna que se sucede al ritmo de las batallas tuiteras.
  

De ahí que los libros proliferen, llenos de preguntas, desde la victoria de Trump, el Brexit y el ascenso de los neofascismos centroeuropeos. Una pregunta particularmente interesante es la que se ha propuesto responder el periodista Daniel Bernabé en su libro 'La trampa de la diversidad' (Akal), que me suena más o menos así: ¿por qué la pléyade de movimientos sociales de izquierdas no hace peligrar al capitalismo neoliberal? ¿Cómo es que toda esa energía reivindicativa, capaz de infiltrarse en la prensa internacional y tumbar a empresarios tan poderosos como Weinstein, no cristaliza en una nueva propuesta económica y política?
  

El autor señala acertadamente la raíz del problema: nos encontramos ante una batalla posmoderna. Desde esta perspectiva, los efectos de la posmodernidad en el pensamiento de izquierdas han sido devastadores por tres motivos: primero, barrió con su relativismo el materialismo histórico, es decir, abolió la concepción marxista del pasado como lucha de clases; segundo, difuminó las clases con el vaporoso giro foucaultiano del concepto de opresión; tercero y mezcla de los dos anteriores, introdujo una perspectiva que, pese a sus ventajas innegables para las minorías oprimidas, desarmaba el discurso económico de la izquierda ante el deslizamiento neoliberal.
  

La diversidad se convierte para Bernabé en la trampa donde la izquierda del siglo XXI tropieza una y otra vez. El autor no ataca la diversidad (de hecho la defiende) sino que la somete a análisis y la acopla de manera inteligente al funcionamiento del mercado. Nos habla así de un 'mercado de la diversidad' donde las identidades se disputan la cuota de pantalla pujando con su opresión contra la opresión de otros colectivos, y encaja con audacia dos piezas que generalmente quedan desligadas en esta clase de análisis: la representación y la explotación. Para Bernabé, en la sed de representación (queremos estar representados para normalizarnos) muchas identidades han olvidado que la explotación es muy diferente, por ejemplo, en una hipotética lesbiana perteneciente a la élite de Hollywood y en una hipotética lesbiana de los suburbios de Detroit.
   
  

Bernabé propone una recuperación del discurso de clase sin abolir la contribución a la igualdad que han supuesto las luchas por la diversidad. Es decir: centrarnos nuevamente en la explotación, atacar al motor del capitalismo, sin descuidar la lucha por los derechos civiles de mujeres y minorías. Por lo tanto, el libro de Bernabé se inscribe en esta sana tendencia autocrítica que, desde puntos de vista tan dispares como el de Zizek o Jones, pretende refundar la izquierda quitándole el pos al modernismo. Una vuelta al enfoque marxista adaptado, por supuesto, a las inmensas transformaciones (o deformaciones) que la precariedad neoliberal ha introducido en lo que se llamó entonces clase obrera.
  
   
En el mundo posterior al 'crack' de 2008, los trabajadores compiten entre sí en un ambiente de inseguridad extrema. Son incapaces de agruparse por sus intereses de clase, de refundar la lucha sindical, en parte por sus condiciones volátiles pero en parte también porque el discurso de la izquierda los divide por género, raza, orientación sexual y demás. Como bien apunta Bernabé, casi citando a Jim Goad y su 'Manifiesto Redneck (o sea, Paleto)', el capitalismo no es en esencia racista, homófobo o sexista, sino netamente explotador. La facilidad con la que el PP o Ciudadanos adaptan su discurso a la ola feminista o se quitan el polvo tradicionalista para dejarse fotografiar el día del orgullo LGTB es una prueba de que, si bien las luchas por la diversidad siguen siendo necesarias, el poder económico no se siente amenazado por ninguna minoría.
    
  
Como señala Crispin, si estas luchas de la diversidad terminan conduciendo a que una mujer alcance la cima de la pirámide social para explotar desde allí a hombres y mujeres, lo mismo nos daría que el explotador siguiera siendo un hombre. Dicho de otra manera: la diversidad se ha convertido en una farlopa que lleva a la izquierda a un estado de frenesí cultural y de representación, es decir: a una aparente actividad que en realidad es quietud, mientras el capitalismo gana todas las batallas importantes."

( 'Diversidad: la farlopa que el capitalismo ha vendido a la izquierda', según JSI...)