lunes, 13 de febrero de 2017

El aislamiento social es un factor de riesgo, y amenaza grave a la salud, pero tiene remedio

     
Es muy habitual que algunas tendencias -tan solo recién despuntadas- para nuestra deriva social las podamos ir observando ya, bastante mejor y por anticipado, en otras naciones con más rápidos adelantos de su evolución... Así que cuando las barbas en cualquier vecino senil veamos recortar, no estaría de más un ponerse a remojar l@ nuestr@...
  
  
Veamos, por ejemplo, este breve aviso reciente del "New York Times", que toca un problema nada lejano a nuestras realidades vitales (la región con una media mayor entre toda España, e igual que lo del Japón -primer País, en esperanzas de vida, para el ranking mundial- hoy, habiendo llegado hasta los 83'7 años- es Madrid)... 
    
'Mi paciente y yo sabíamos cómo estaba él muriéndose.
 
No era el tipo de agonía que se prolonga durante meses o años. Moriría hoy, tal vez mañana. Si no mañana, entonces pasado mañana. ¿Quería que me comunicase con alguien? ¿Habría quizás alguien a quien quisiera ver?
 
"Nadie", solo, dijo. No tenía familia inmediata. Ni tampoco amigos cercanos. Quizá tenía una sobrina en el sur, pero no habían hablado en años.
 
Para mí, la tristeza de su muerte solo era superada por lo triste de su soledad. Me pregunté si su soledad era una de las causas de su muerte prematura y no únicamente una circunstancia desafortunada.
 
Todos los días soy testigo de variaciones del principio y el final de la vida: un joven a quien abandonan sus amigos mientras lucha contra su adicción a los opioides; una viejita que sobrevive con té, pan tostado y vive en medio de la suciedad, pues ya no es capaz de limpiar su abarrotado apartamento. En esos momentos, parece que lo único peor que padecer una enfermedad grave es hacerlo en soledad.
Hoy, cerca de un tercio de los estadounidenses mayores de 65 años viven solos, así como la mitad de aquellos mayores de 85. Es más probable que las personas con problemas de salud (en especial aquellos con trastornos como ansiedad y depresión) se sientan solos. Es menos probable que quienes carecen de estudios universitarios cuenten con alguien para hablar de asuntos personales importantes.
     
Varias investigaciones nuevas nos apuntan cómo andar socialmente aislados es malo para nosotros. Las personas con menos conexión social presentan los patrones de sueño discontinuos, alteraciones del sistema inmunitario, más inflamación y superiores niveles de aquellas hormonas relacionadas con el estrés. Un estudio reciente reveló cómo el aislamiento aumenta el riesgo de cardiopatías 29% y del infarto en otro 32%.
 
En otro análisis que agrupó datos en 70 estudios y 3,4 millones de personas, se halló que las personas socialmente aisladas tenían un riesgo mayor —¡el 30% más!— de morir [en los siguientes 7 años]... así como que tales efectos aumentaban entre aquellos de mediana edad.
 
La soledad puede acelerar el declive cognitivo en los adultos mayores, y las personas aisladas tienen el doble de probabilidades de morir prematuramente que aquellos con interacciones sociales más sólidas. Estos efectos comienzan a una edad temprana: los casos de infancia socialmente aislada tienen una salud significativamente peor 20 años más tarde, incluso después de haber controlado otros factores.
 
En suma, la soledad es un factor de riesgo sobre muerte prematura tan importante como son las obesidades y los tabaquismos: la evidencia del aislamiento social está ya clara, mas el qué hacer al respecto no lo es tanto.
 
La soledad es un problema en especial engañoso porque aceptar y hablar de nuestra soledad conlleva una profunda estigmatización. Admitir que estamos solos puede sentirse como el aceptar que hayamos fallado en esos terrenos fundamentales de la vida: la pertenencia, el amor, el apego. Va en contra del instinto  muy básico de mantener nuestra reputación, y hace que pedir ayuda sea difícil.
 
Veo esto muy claramente en la época de las fiestas, cuando atiendo a pacientes hospitalizados, algunos conectados a mangueras intravenosas en cuartos estériles, sin amigos ni familiares, y su soledad amplificada por alegres películas navideñas que pueden verse en las televisiones montadas en las paredes. Además, hospitalizada o no, mucha gente dice sentirse más deprimida, o sola, y menos satisfecha con su vida durante la temporada de fiestas de diciembre.
 
Las nuevas investigaciones sugieren que la soledad no es necesariamente el resultado de falta de habilidades sociales o de apoyo social, sino que puede ser causada en parte por una sensibilidad particular respecto de las señales sociales. Las personas solitarias son más propensas a percibir las señales sociales ambiguas de manera negativa, y entran a un estado mental de autoconservación que aun empeora el problema.
 
 
Así pues, además, cuando una persona se vuelve aislada la soledad puede ser algo contagioso: se aleja de su círculo social y provoca que otros hagan lo mismo. 
 
John Cacioppo, profesor de psicología en la Universidad de Chicago, ha probado distintos enfoques para tratar la soledad. Sus estudios revelan cómo las intervenciones más eficaces se enfocan en el abordar las “cogniciones de la inadaptación social”; esto es, en ayudar a las personas a revisar cómo interactúan con los otros y cómo perciben las señales sociales. Está trabajando con el ejército de Estados Unidos para indagar la manera en que la capacitación en cognición social puede ayudar a los soldados a sentirse menos aislados mientras están en misión y después de regresar a casa.
   
La soledad de los adultos mayores tiene otros orígenes, a menudo derivados de que los miembros de la familia se mudan lejos y los amigos cercanos mueren. Como dijo un anciano: “Todo tu mundo muere antes que tú, incluso”.
Se debiere animar más a la gente mayor muy religiosa al continuar asistiendo de manera regular a los servicios, pues podría beneficiarse con algún sentido de comunidad y espiritualidad, así como por la mirada vigilante de otros feligreses. Quienes sean capaces de cuidar a un animal podrían disfrutar de la compañía de una mascota. Los seres queridos que vivan lejos de un padre o abuelo podrían pedir a un vecino que vaya a visitarlo regularmente.
  
También están surgiendo programas más estructurados. Paul Tang, de la Fundación Médica de Palo Alto, comenzó un programa llamado "linkAges", un servicio intergeneracional de intercambio de servicios inspirado en la idea de que todos tenemos algo que ofrecer.
 
El programa permite que sus miembros publiquen en línea para qué quisieran ayudas: lecciones de guitarra, algún compañero de Scrabble, que los lleven al consultorio del doctor. Otros pueden ofrecer voluntariamente su tiempo y habilidades para satisfacer esas necesidades y “reservar” horas para cuando ellos necesiten algo.
 
“En Estados Unidos casi necesitas una excusa para tocar la puerta del vecino, ya hoy”, me dijo Tang. “Queremos eliminar esas barreras”.
 
Por ejemplo, una estudiante universitaria podría ver un post de un anciano que necesita ayuda con su jardín. Lo ayuda a plantar una fila de flores y “reserva” dos horas al hacerlo. Unos meses después, cuando ella quiere cocinar comida malaya para su novio, un chef retirado viene a darle lecciones de cocina.
 
“No necesitas un compañero de juegos a diario”, dice Tang. “Pero saber que aun eres un miembro de la sociedad valorado y cooperativo reafirma increíblemente”.
 
Ahora el programa tiene cientos de miembros en California y hay planes para expandirlo a otras zonas del país.
 
“Quienes pertenecemos a la comunidad médica debemos preguntarnos: ¿Estamos controlando presiones arteriales o mejorando la salud y el bienestar?”, señaló Tang. “Creo que para lograr lo primero tienes que hacer lo último”.
 
Una gran paradoja de nuestra era digital interconectada es que, al parecer, nos estamos alejando. Sin embargo, las investigaciones confirman nuestra más profunda intuición: la conexión humana está en el centro del bienestar humano. Depende de todos nosotros (médicos, pacientes, vecinos y comunidad) mantener los vínculos ahí donde se están desdibujando, y crear nuevos donde nunca han existido.'
 
( Dhruv Khullar: "El aislamiento social va matándonos", 28.12.17, The NYT ) 

 
        
Como por aquí andamos añorando aun más tertulias en Tele según aquella lejana "La Clave" (barrida tras 'el Cambio', hacia PSOE, desde UCD...) -es decir, que no 'tocomotxen' razonamientos con embestidas o argumentarse mediante twitters, ni nuestros problemas por los intereses únicos y exclusivos de la Casta (toda)- ahí va un recordatorio del "Millenium", última mente, porsia...

Recientes hemos podido ver sendos capítulos para recomendarse:

 * 'Desigualdad manifiesta'...

 * más... 'Vivir la adolescencia' (¡¡ojo: se nos refieren a “desde los 10... hasta más de otros 30 años”…!!)
  

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