lunes, 8 de agosto de 2016

Real es ('la Vida como juego' según Alan Watts, inMemoriam del prof Bueno caído al enviudar)

     
Si revisamos la historia, veremos que “al principio se usaron símbolos representando acontecimientos en el mundo físico, y este 'simbolismo' pareció tan eficaz como para quedar fascinados completamente por él. Recordemos la Gran Depresión: un día todo el mundo hacía negocios, y la cosa rodó bastante bien; al siguiente hubo colas ya para conseguir pan.
   
Aquello fue como si entonces alguien se hubiera ido a su trabajo y al llegar le dijeren: ‘Lo sentimos, amigo, mas hoy no puede seguirse construyendo. Ni una obra podrá continuar, pues no contamos con suficientes centímetros’. Y el obrero replicara: ‘¿Pero qué querría decirse con eso del que «no disponemos de metros, ni pulgadas aún», ya? hay maderas, ¿no es así acaso? ¡Y tenemos metales, e incluso cinta métrica!’…
     
Mas le habrían respondido: ‘Si, pero debe ser que usted no entendió cómo nos va el mundo de los Negocios. Lo único es que carecemos de suficientes centímetros, ya «se utilizaron demasiados» antes'…”
  

Este parajódico chiste nos fue resumido por Alan Watts, magistral mente [Bueno, estaríamos de acuerdo en el que sobre la consistencia del 'vil metal', y su extraordinario poder -monetizador- para casi toda nuestra vida, sucede como con respecto a esas célebres 'meigas: no existen pero, ¡sí, haberl@s, hayl@s!']... Advertidos ya de todo lo cual, merecerá continuar por sus argumentaciones:
    
“Alguien ha sugerido que nuestro pensamiento es alguna forma de ocultar la verdad. A pesar del hecho de que sea una facultad extraordinariamente feraz, hay un asombroso número de casos que nos demuestran cómo puede llegar a ser la humanidad embaucada con el pensamiento; tomemos, por ejemplo, la utilización para moneda del oro. El confundir entre riqueza y dinero, en cualquiera de sus formas, es uno de los mayores problemas que sufren las civilizaciones.
  
En este mundo nuestro actual, cuando ya no se dan las razones técnicas para que haya pobreza, aquello  único por lo cual existe aún es porque la gente continúa preguntándose aún verdaderamente ‘¿De dónde vamos a sacar el dinero?’. No se dan cuenta del cómo no sale dinero de ninguna parte, y tampoco lo hizo nunca; excepto, claro está, si pensamos que dicha cosa es el oro.
  
  
Si se aumentara cualquier suministro del metal dorado y fuese utilizable además para financiar todo el comercio global, nuestra prosperidad dependería de poder encontrar nuevos procesos por los que incrementar en grandes cantidades más cultivos alimentarios u obtener elemento marino nutriente, o incluso conseguirse agua desde la energía solar... En lugar de aquello, todo dependerá del descubrir algunas nuevas minas con oro; y así se puede apreciar bien lo insubstancial del estado presente de cosas.
   

 
El oro fue un metal verdaderamente muy útil; sobre todo en odontología, joyería, y tal vez para cubrirse la cúpula del Capitolio de Washington. Sin embargo, desde que se utiliza como dinero y es almacenado por cámaras acorazadas bajo forma de lingotes, ha sido convertido ya en algo totalmente inútil; dio una falsa seguridad tras de la cual se aferran las gentes como a un ídolo.
  
Se convierte así en una especie de culto frente a un dios paternal con barbitas que vive por encima de las nubes. Y todas esas creencias nos distraen mucho de cualquier atención a la realidad (…) Por absurdo que pueda parecer, eso exactamente era cuanto sucedió en la 'Depresión', pues el dinero tan solo fue algo del mismo orden real que los centímetros, kilos o litros (e incluso las líneas de 'longitud' y 'latitudes', igual)...
  
Es una simple abstracción, un método de contabilidad para obviarse los incómodos procedimientos del 'trueque'... Pero nuestra cultura -o, en realidad, toda civilización- está colgada completamente de la noción del que los dineros cuentan con alguna propia e independiente realidad. Lo cual sería un ejemplo concreto y muy sorprendente, ya que supone algo de serio alcance.
  
Gran parte de nuestras discusiones políticas están siendo enteramente resultado del estar por completo hipnotizados con este tipo de pensamiento. Nos damos cuenta del cómo, según pasa el tiempo, aquellas cuestiones por las que habíamos luchado resultan cada día más abstractas; y así nuestras guerras desencadenadas acerca de los problemas respectivos, cada vez, son peores…
      
   
Hoy día, sólo pensamos acerca de grandes abstracciones (o ideologías, llamadas comunismo, capitalismo y cualquier otr@), mientras que cada vez dedicamos menos atención al mundo de la realidad física: tierras, árboles, gente y agua. Estaríamos ocupados demasiado con destrozar nuestro entorno medioambiental en el nombre de cualquier posible abstracción. Como muestra, toda la vida -salvaje...- tiene grandes problemas para subsistir junto a seres humanos.
 
Otro ejemplo de tan fantástica confusión es cómo el Congreso ha ya votado unas leyes imponiendo durísimas penas para cualquier individuo al que se le ocurriere quemar la bandera norteamericana. Lograron hacernos pasar dicha legislación con ayudas por un montón de oratoria patriótica citando poesía sobre sus glorias y demás (...) mientras era totalmente ignorado cierto hecho del que los mismísimos congresistas, tanto en actos como mediante su omisión, quemaban todo por lo cual existe la bandera…
  
Vemos que no se dan cuenta ninguna de las diferencias entre la bandera y el país, o un mapa y sus territorios (…) Gran parte de la frontera entre los Estados Unidos y Canadá, una vez que se dejan al Oeste los Grandes Lagos, es una línea recta, simple mente. Algo así tiene muy poco que ver con apenas nada y, en realidad, es toda una violación para la superficie del territorio.
  
Si miran la estupenda urbe de San Francisco verán cómo está en un sitio precioso. Sobre sus colinas, no obstante, plantificaron una ciudad mucho más apropiada para las llanuras [de Kansas]: un diseño en cuadrículas. Como resultado, nos encontramos con esas calles tan rectas que van arriba y abajo resultando -extremada mente...- peligrosas, en lugar del seguirse los contornos de colinas. Esto es un ejemplo perfecto de confusión entre mapa y territorio, o abstracciones del hombre sobre la realidad impuestas.
   
Pero, ¿a qué nos referimos cuando utilizamos las palabras ’realidad física’, como distinta de abstracción? (…) Si ojearan cualquier libro sobre Yoga -o filosofías hindúes- puede que hallasen alguna frase clara, reutilizada para empezar la práctica de meditación diciendo: ‘Yo no soy ningún cuerpo [de los que me definen, inconstantes...], ni mis emociones, o pensamiento. Soy el testigo que todo lo está observando; y nada en ello es la realidad’...
  
Siempre que un físico hable sobre la naturaleza del mundo, describirá una forma como proceso posible de ser formulado por alguna ecuación matemática. Si ustedes dicen ’A+B = B+A’, todo el mundo comprende lo que desean decir, y resulta totalmente claro. Nadie necesita preguntar a qué se quieran referir con A ó B. Si dijeren ’1 + 2 = 3’, también será perfectamente preciso; y no precisará saberse ‘un ó ‘dos’, ni ‘tres’, qué Todas nuestras descripciones del mundo físico tienen la naturaleza de dichas fórmulas o números.
  
Nos expresarían simplemente algún modelo matemático, pues ello será sobre lo único que hablemos, en verdad. Ahora bien, es alguno para tan altísimos grados de complejidad que resulta muy difícil lidiar con ello sólo pensando. En ciencia se trabajaría entre los diferentes extremos del espectro de la realidad. Podemos resolver problemas de los que se den muy pocas variables; o bien (…) No pensamos en ellos realmente; casi todas nuestras decisiones acostumbran a ser 'corazonadas', tan sólo…
  
El mundo físico es diáfano, como la música (cuando se toca ésta desaparece simplemente, no acabaría quedando nada: por esa razón es una entre aquellas artes más elevadas, o/y espirituales; también l@ más fugaz); puede afirmarse, pues, que su fugacidad es un distintivo para lo espiritual (…)
   

  
Somos como remolino[s] -u ondas, que se reproducen, efímeras- en unas corrientes; éstas lo[s] formaron y por tanto se nos reconoce como tal[es], pero el fluir estará en su movimiento siempre: nosotros -exacta mente- seríamos eso, y todo lo demás, también; no hay nada del mundo físico que podamos llamar ‘substancial’. Sólo una[s] forma[s], y por eso tan espiritual[es]
     
Podríamos ver cómo andamos confundidos totalmente sobre aquello que pretendemos decir cuando hacemos las referencias al mundo material: primero, confundiremos cualesquier símbolos abstractos -es decir, números, palabras o fórmulas- con sucesos físicos, igual que sustituimos dineros por riquezas consumibles; y en segundo lugar, al suceso físico de todas clases o categorías lo intercambiaríamos a supuesta substancia.
 
Materias -o substancias- idea, sólo conceptual, son. Así serían los conceptos de la materia, como algo sólido y permanente que puede aprehenderse; pero cuanto ocurrirá luego es comprobar cómo tamañas realidades físicas nunca se pueden aprehender. El mundo físico sería de lo más evasivo e ilusorio entre todos los procesos existentes, jamás podrá ser concretable, y cumple por ello las exigencias propias del espíritu.
 
(...) Este mundo físico no abstracto -al cual se ha llamado ’indecible’- sería el espiritual. Y no es algo gaseoso, abstracto ni sin formar, en el sentido del 'informe'... Carece de formas fijas, pero según otro sentido. El mundo ‘sin forma’ es nuestra realidad -o sea, su permanente cambiar- mundial.
 
Lo que pasa en la realidad es que todo se mueve, continua mente, y que las maneras cómo hace tienen relaciones con modos del ser cada cual siempre. Por todo ello, lo real supone una especie de relación"
  
[ Continuará en (2)…]
  

5 comentarios:

  1. SE APAGA LA RAZÓN APASIONADA DE GUSTAVO BUENO:

    Ayer en su casa de Niembro (Asturias) falleció el filósofo a los 91 años, solo 2 días después de morir su esposa Carmen Schez. Revilla, con la que llevaba más de 6 décadas casado.

    Nació en Santo Domingo de la Calzada, hijo de médico. Su padre lo llevó a las autopsias…

    Estudió en Zaragoza con compañeros como Lázaro Carreter, tuvo acceso a muchas disciplinas científicas –una constante curiosidad en su vida– y leyó a Husserl, Heidegger o Sartre. Luego en Madrid, y se interesó de modo absorbente por el Círculo de Viena.

    En Salamanca pasó a estudiar escolástica 11 años. «Era como tocar polifonía para un instrumentista romántico». Idea de virtuosismo absoluto. Por momentos, vivir en el siglo XVI…

    Fue profesor de Instituto: el sábado reunía los alumnos y les hacía escuchar a Beethoven durante horas. Su mayor preocupación era una instrucción básica: el lenguaje, las bondades neuronales de la música. Marchó a Oviedo, ganando cátedra de Filosofía. Lo hizo por Feijoo, encontrando una sociedad distinta, de cinturón industrial y contacto real más directo con problemas no académicos.

    Comienza labor de seminario, docencia, creación de un grupo, incluso clases en la mina, manifestando muchas veces aversión hacia formas universitarias ensimismadas y burocráticas.

    Bueno era marxista, no ‘sesentayochista’; fue racionalista, contrario al escepticismo nihilista, a simplicidades posmodernas y postureo mágico. Sufrió un atentado de ultraderecha, que lanzó explosivo a su vehículo, más una paliza de maoístas en plena universidad. Y llegó a ver cómo se le solicitaba el destierro –alejamiento efectivo de Asturias– al polemizar con defensores de la ‘normalización’ del bable…

    Tras ello, llegaron los libros y su popularización: «El animal divino», «El mito de la cultura», «Telebasura y democracia», etc. e incluso un manual de texto como «Symploké».

    En todo insiste por una de sus misiones intelectuales: la destrucción de supersticiones. Desde la democracia como fundamentalismo, o confusas ideas de Europa cual destino; la izquierda, atomizada en meras fuerzas divagantes, y la Transición, que vio prolongación transformada del Franquismo.

    El materialismo filosófico, complejo, lo intentó hacer inteligible precisamente con teoría platónica de ‘symploké’: si nada estuviera relacionado con nada no podríamos conocer, pero si todo estuviese relacionado con todo tampoco. La realidad unitaria, plural, mas compuesta de discontinuidad. Eso lo lleva a ciencia, con el concepto matemático del cierre: ciencias como esferas, ámbitos o disciplinas autónomas. Su «Teoría del cierre categorial» lo sitúa en misteriosa e incomprensible categoría de «filósofo con sistema».

    El efecto docente de Bueno, su energía inspiradora fue absoluta, inolvidable, catalítica. Su memoria saltaba de un concepto a otro mientras las manos gesticulaban en un modo inequívoco, con inconfundible temblor que como una palpitación era. Tenía un humor activo, y una humildad paisana, entera, conmovedora.

    En una última entrevista, justo hace un año, su preocupación era el estado general o estupidez española. «El cerebro hecho polvo». Deterioro de los conceptos. Imposibilidad real de poder hablar. Al escucharle se tenía idea muy clara de la ignorancia propia, lata. Sin él, ya nadie sabrá medirlo, el alcance de nuestra estupidez. Eso es, al fin y al cabo, lo que hace un sabio.

    (Hughes, Cultural del ABC, hoy)

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  2. Insistiremos -¡in memoriam, G. Bueno...!- aun más, pues:

    “Playing the GAME OF LIFE like [...] in music... One doesn’t make the end of the composition, the point of the composition [...]

    Same in dancing, you don’t aim at a particular spot at the room and that where you should arrive, the whole point to the dance is to dance”

    (Alan Watts)
    .

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    1. GUSTAVO BUENO, POR SIMPLE RESPETO

      Debo de ser yo, pero no escuché a ningún político, por ejemplo, ni prohombre de los que a la menor saltan con un tuit en pegajoso alejandrino, ni siquiera al ministro en funciones del ramo (sea éste el que sea), decir una sola palabra en la muerte de Gustavo BUENO. Ni, por lo menos, una palabra con sentido o, cuanto menos, creíble. No hablo sólo de la tradicional loa mohosa, (pues ni aun eso) que tan bien nos define delante del cadáver. No, me refiero a cualquier cosa, aunque fuera una meditada reflexión que refute al filósofo para siempre.

      Probablemente sea cosa mía, insistiré. O del verano, y quién sabe, si no es todo un accidente producto del estado de los propios medios ('masa media', según diría Chus Lampreave) que frente a esta orgía olímpica en la cual vivimos se quedaron sin recursos para recoger la avalancha de pésames. Eso quizás o que, a estas alturas y como se temía el propio BUENO, ya da todo igual. Hemos perdido. 'Un libro de álgebra superior es ahora tan subversivo como uno de filosofía . Ya no entiende nada nadie', afirmaba.

      En una ocasión, como siempre entre la ironía y el fuego, le oí decir cómo la única muestra de RESPETO que se puede tener hacia otra persona es hacerle ver cuando está equivocado. Si alguien se hace pasar por Napoleón, seguirle la corriente es tanto como llamarle loco; y, por tanto, insultarle. Es preciso sacarle del error. Y, básicamente, a eso se dedicó una vida entera Gustavo Bueno: a honrar al contrario negándose al juego untuoso de los bandos, reconocimientos cruzados o abrazos pactados.

      Decía Spinoza que la función del filósofo no es regocijarse o entristecerse, ni emocionarse o expresar su enojo, sino sencillamente solo ENTENDER. Pues bien, Bueno no sólo se nos esforzaba por entender sino que se nos empeñó además para explicarle lo entendido a todo aquél que se cruzó en su camino. Por simple respeto.

      Y quizás debido a ello consiguió ser demonizado por absolutamente todos. O casi. En tiempos de Franco se le persiguió de forma disciplinada con la policía en sus clases tomando nota sobre las veces que pronunciaba la palabra 'Marx' (es tan verídico que cierto policía redactor del informe acabó acusándole, no de conspirador, sino por 'denso'); hasta sufrió un atentado. Y posteriormente, con el glorioso régimen de la reconciliación en marcha, fue TACHADO de 'lacayo del capital'. Eso justo después de sufrir una paliza en sede universitaria.

      Lo mismo RAZONÓ contra la falacia del liberalismo con que una buena parte de los privilegiados (es decir, derecha) tapa sus vergüenzas y justifica su desmán, que desenmascaró las tropelías infundadas de una izquierda consumida por los propios rituales. Todo mito le interesaba y contra todos razonó ('Filosofar es destruir', insistía).

      La Cultura como secularización del reino de la Gracia, Europa cual una invención del Plan Marshall ('es biocenosis y su Historia no deja un mes sin guerra'), la televisión como caverna (platónica)... O el animalismo, la Transición, la ideología de género, la propia democracia. Y todo ello sin olvidar, ya lejos del ruido, su fundamental TRABAJO epistemológico y ontológico sobre Cierre Categorial, materialismo, antropología... Todo igual de polémico. Y todo por respeto al contrario.

      Una sociedad que no se interesa sobre uno de sus pocos filósofos que ha sido CAPAZ de llevarle la contraria con sentido ha dejado, definitivamente, de respetarse a sí misma.

      Luis Martínez (en 'El Mundo' de hoy)

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  3. En momentos de confusión, lo mejor continuará siendo volver hasta las claras lecciones legadas por la sencillez humilde que han practicado nuestros clásicos:

    "Lo reconozco, ciertas palabras
    me crean problemas.
    Por ejemplo los estados llamados ‘sentimientos’
    no consigo hasta ahora explicarlos de forma exacta
    Lo mismo con ‘el alma’, palabra-acertijo.
    De momento concluyo que es un tipo de niebla,
    en teoría más duradera que los organismos mortales.
    Sin embargo, mi mayor problema es la palabra ‘soy'.
    Tiene la apariencia de una acción común,
    realizada de forma general, pero no colectiva,
    en un antetiempo presente,
    de aspecto imperfectivo,
    si bien, como se sabe, ya hace mucho perfectivo”.

    (Wislawa Szymborska)

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    1. Sí, existiría una realidad; pero no la conocemos.

      Y eso real está en ti, que no eres algo; aunque, siendo nada, lo es todo...

      (Kalu Rinpoché)

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