lunes, 25 de enero de 2016

Sobre la ciencia y su espacio gnoseológico, para teoría de Cierre Categorial según el prof. Bueno

     
La concepción de la ciencia característica del materialismo gnoseológico es de índole constructivista, y en esto se asemeja tal materialismo tanto a teoreticismos como al adecuacionismo. Pero mientras que ambos circunscriben la constructividad al ámbito de las formas, separadas de la materia, es decir, ven a las ciencias como construcciones llevadas a cabo con palabras, conceptos, o proposiciones «sobre las cosas» (ya sea suponiendo que las re-producen o re-presentan isomórficamente, ya sea sin exigir necesidad de un tal isomorfismo), el materialismo gnoseológico las ve como construcciones «con las cosas mismas» (por la intrincación entre ciencias y técnicas o tecnologías).

Síntesis de JMLA, Vpte. Ciencia y Tecnología del Ateneo, en Tertulia Filosofísica (4.1.2016)
      
Consideraremos a los cuerpos de las ciencias, para su análisis, como inmersos entre algún espacio gnoseológico organizado en torno a 3 «ejes», denominados eje sintáctico, eje semántico y eje pragmático. Estas dimensiones del espacio gnoseológico son genéricas, no específicas de los cuerpos científicos, puesto que las comparten con otros «cuerpos» configurados históricamente (...)
 
Considerando -en resolución- a los cuerpos de las ciencias como «configuraciones complejas» que flotan en un espacio gnoseológico tridimensional, similar del tomado como hilo conductor, podemos proceder al análisis de sus ejes dividiendo cada uno en otros 3 sectores; a los cuales cabría poner en correspondencia con determinadas figuras de las ciencias, o para los cuerpos científicos.
  
La razón de que sean 3 las grandes figuras gnoseológicas determinadas en cada eje deriva del procedimiento lógico utilizado para su división. Un procedimiento, sin duda, artificioso, pero no por ello externo, puesto que se basa en considerar toda posible relación entre partes dadas de cada eje como productos relativos entre aquellas mismas y las de los restantes ejes. Obtenemos por este modo las 9 figuras gnoseológicas siguientes:
  I. Figuras correspondientes a los sectores del eje sintáctico
I-1. Términos. I-2 Relaciones. I-3 Operaciones.
 II. Figuras correspondientes a los sectores del eje semántico
II-1. Referenciales. II-2 Fenómenos. II-3 Esencias o estructuras.
III. Figuras correspondientes a los sectores del eje pragmático
III-1 Normas. III-2 Dialogismos. III-3 Autologismos. 

De las 9 figuras delimitadas en dicho espacio gnoseológico tan sólo 4 pueden considerarse como los aspirantes a una pretensión de objetividad material segregable del sujeto: son los términos y las relaciones (del eje sintáctico) así como (en el eje semántico) los referenciales y esencias. Otras 5 restantes (operaciones, fenómenos, más las 3 del eje pragmático: autologismos, dialogismos y normas) son indisociables de la perspectiva subjetual. En cualquier caso, la objetividad reclamada por una construcción científica no tendrá por qué ser entendida como el resultado de un «transcender más allá del horizonte del sujeto»; basta con entenderla como una «neutralización» o «segregación lógica» de los componentes del mismo. Unos componentes que se reconocen, sin embargo, como ineludibles en el proceso de constitución del cuerpo científico.
   
La teoría del cierre categorial apela, como única posibilidad abierta para lograr esta constitución objetiva, a procesos de construcción cerrada en virtud de los cuales unos objetos, que mantienen relaciones dadas entre sí, compuestos o divididos con otros de clases diferentes, puedan llegar a determinar terceros objetos capaces de mantener relaciones del mismo género con aquellos a partir de los cuales se originaron. La construcción se llama «cerrada», por tanto, en sentido similar al que un álgebra o una aritmética dan a sus operaciones cerradas (la operación aritmética «5+7» lo es en el campo de los números naturales por ser su resultado un término del mismo, a saber, el «12»; un término recombinable -además, en este caso- con los anteriores, según operaciones también cerradas en N: «12+5», «12+7»).
    
   
Ahora bien, una operación cerrada (respecto de una única clase dada, tal como la N de los números naturales) aunque pueda dar lugar a «cierres tecnológicos», no por ello tiene que abrir -por sí misma- el paso a un cierre categorial; ni, por tanto, desencadenar la construcción de un teorema. Un cierre categorial va referido a campos cuyos términos están organizados, como hemos dicho, en más de una clase y asociados a operaciones diferentes.
Por ello el cierre categorial implícanos algún sistema de operaciones entretejidas: solo como ejemplo, y aun sin movernos del campo N, si en este campo determinamos clases de términos n -según puedan serlo las clases de los números impares y cuadrados, asociados a la serie natural mediante las operaciones de adición (n+2) y producto (n´n), respectivamente- podremos ya establecer teoremas resultantes de determinadas composiciones cerradas entre dichas 2 clases de cardinal infinito; verbigracia, el que deja establecida identidad sintética entre una suma para k sucesivos términos en la primera clase y el término k correspondiente de la segunda.
La diferencia entre un cierre operatorio y el cierre de un sistema de operaciones no estriba en cuanto el primero nos conduce a identidades analíticas y el segundo a otras de tipo sintéticas. La relación «7+5=12» no es analítica, por la sencilla razón de que no existen identidades analíticas; pero tampoco es sintética, en el sentido que dio Kant a este concepto. La indistinción entre estos 2 tipos de cierre nos podría llevar a confundir aquellas proposiciones necesarias y universales (a priori) que, sin embargo, no son generadoras de teoremas científicos con las en realidad sí generadoras de los mismos. La proposición «5+7=12» es universal a todas las quintuplas, septuplas y docenas que puedan formarse, y es necesaria.
Según esto, las proposiciones sintéticas y a priori pueden ser unioperatorias —correspondiendo a las que algunos llaman analíticas— o multioperatorias. Estas son las que tienen que ver con el cierre categorial. Si sumo un cuadrado de 3´3=9 cm² con otro de 4+4=16 cm² obtendré uno de 5´5=25 cm². La operación es geométricamente cerrada, en el ámbito de la clase de las figuras cuadradas. Pero este cierre es unioperatorio (analítico); como lo era, en aritmética, la proposición «7+5=12». Ahora bien, si los cuadrados sumandos y el cuadrado suma se consideran como términos de clases geométricamente diferentes definidas en torno a un contexto determinante (las de los catetos con 3 y 4 cms, e hipotenusas de 5 cms, en los triángulos rectángulos), entonces la construcción nos pondrá delante de una situación mucho más compleja. Si se logra establecer el cierre del sistema de las operaciones implicadas, podremos construir la identidad sintética que conocemos como teorema de Pitágoras.
Una construcción cerrada se llamará categorial en la medida que, por su mediación, una multiplicidad de términos materiales (seleccionados entre las diferentes clases del campo que sean dadas a partir de configuraciones o contextos determinantes constituidos por tales términos) se concatenan en la forma de un cierto círculo procesual que ira dibujándose para el campo correspondiente (por ejemplo, aritmético) y no así otro (verbigracia, biológico). También son establecidas relaciones precisas y específicas en el campo de referencia.
Hay que suponer, por tanto, que las categorías no están dadas previamente a su proceso de construcción cerrada, sino que son precisamente los procesos de cierre aquellos que, al entretejer los diversos contextos determinantes, pueden comenzar delimitando una categoría material, de la cual se irán segregando algunas otras. Escribo en la pizarra el teorema de Pitágoras, siguiendo la proposición 47 del 'libro I' de Euclides; me valgo de un lápiz cargado con tinta grasienta y con él dibujo letras, figuras o líneas auxiliares, hasta «cerrar» la construcción. Por muy refinado que sea el análisis químico al que pueda someter la tinta de mi lapicero, no por ello podré pensar que habré avanzado ni un milímetro en la demostración: las relaciones geométricas mostradas en el teorema de Pitágoras forman parte de una categoría distinta e irreductible a otra por la cual pueden ser establecidas relaciones químicas.
Cuando el proceso constructivo (objetual y proposicional) vaya propagándose en un campo dado de modo cerrado, irá también segregando todos los contenidos no formales del mismo. Estos contenidos quedarán así, no ya tanto expulsados, pero sí marginados del proceso de cierre. La rotación de un triángulo rectángulo sobre uno de sus catetos -considerada como generadora de una superficie cónica- segregará una muchedumbre de contenidos (pesos, colores, sabores, sustancias químicas, velocidades, tiempos¼) que, sin embargo, no podrán ser expulsados del campo material; aunque tampoco podrán ser incorporados al proceso de construcción geométrica para la figura. Carece de sentido preguntar: «¿qué color, y qué peso, tendrá el cono de revolución resultante?»; o bien, «¿cuánto tiempo debe ser invertido en tal rotación para que configure la superficie cónica?».
  
  
La «propagación» de los núcleos de cristalización y el entretejimiento de los mismos, irá conformando un campo de contenidos cuya concatenación delimitará inmanencias -características- del mismo. Sus límites sólo podrán ser trazados «desde dentro», como los resultados de la misma mutua trabazón entre partes (fuera quedarán aquellas no trabadas). Esa misma trabazón determinará la escala de los términos-unidades que resultaren efectivamente al haber funcionado como tales para el proceso de construcción.
  
Los términos-unidades no están dados previamente a los procesos de construcción; pero no por ello, cuando se dibujan, muestran contornos menos acusados. Los puntos no son términos previamente dados al proceso de construcción geométrica; se dan, por ejemplo, en el momento de intersección entre las rectas; pero no por ello dejan de ser términos efectivos de la Geometría. Los elementos químicos no están dados previamente a los procesos del análisis o de la síntesis química (lo que previamente dado estaba era -por ejemplo- el «agua», la «tierra», el «fuego» o el «aire»); pero no por ello los elementos químicos, que no tienen existencia «sustantiva» propiamente, dejan de ser tales.
Obvio es que tal «propagación» en un proceso del cierre depende de la estructura para su campo. Será preciso analizar tales estructuras: los sistemas «holoméricos» ofrecerán virtualidades gnoseológicas diferentes de aquellos otros que no lo sean (un sistema de condensadores asociados en batería es holomérico y el todo —respecto a sus capacidades de carga— es mayor que cada una de las partes; otro de asociados en serie también es holomérico, si bien la capacidad total —para el sistema— es menor que su correspondiente suma de capacidades en las partes).
Los «espacios de inmanencia» que van conformando procesos de construcción cerrada, objetual y proposicional, no pueden tener preestablecidos límites precisos. No por ello el cierre de los mismos (ni la inmanencia resultante) habrá de ser menos firme.
  
En cualquier caso, el cierre (la inmanencia) de un campo no es una clausura; sino, por el contrario, la condición para que un campo se nos abra plenamente —y, a veces, de un modo ilimitado— ante nuestros propósitos racionalizadores. El cierre químico —de la Química clásica— representado por la tabla periódica, por ejemplo, excluye cualquier vacua pretensión sobre proseguir descubrimientos para nuevos elementos de modo indefinido. Sabemos que por encima de un determinado número, estimado en 173, encontrar nuevos elementos es imposible; pero el cierre del campo que contiene a los elementos químicos, lejos de constituir una traba con respecto al desarrollo de dicha Química, constituye un principio de soberanía para la misma en su campo. Compuestos químicos nuevos, que ni siquiera se han dado en la Naturaleza, pueden comenzar apareciendo en la industria. Cierre no es clausura.
Podemos poner en correspondencia los «espacios de inmanencia», delimitados por un cierre, con las categorías, tal como ha sido considerado según la tradición filosófica desde Aristóteles. En efecto, la inmanencia del cierre proposicional se constituye como acto de predicación —categorein—; además, según los tipos de predicación, así los tipos de inmanencia; y también cabría el aducir que las propias categorías —aristotélicas o porfirianas— se mantienen por cuanto a sus contenidos, en una escala similar a la correspondiente para los «espacios de inmanencia» que venimos citando. ¿No serán suficientes estas precisiones para declarar la conveniencia sobre considerar los cierres con respecto tales «espacios de inmanencia» como constitutivos en cuanto a categorías, o sea, cierres categoriales?
 

1 comentario:

  1. "Hèn oîda hóti oudèn oîda (Solo sé que no sé NADA)" es todo lo que se atrevió a reconocer -según Platón- aquel mismo Sócrates del cual, por cierta oracular respuesta que dio la gran pitonisa de Delfos, acabó diciéndose que podría ser 'el hombre más sabio' en Grecia...

    Y casi 2.400 años después, Bertrand Russell sentenciaba que mientras las FILOSOFías ocúpanse de lo NO sabido, la ciencia -como, por ejemplo, FÍSICA o Química- debería ser acerca de cuanto SÍ sabemos...

    O sea que, cerrando el silogismo lógico, 'FILOSOFÍSICA' habrá de referirse precisamente a eso que no saber se sabe, esto es NADA...!
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