viernes, 4 de diciembre de 2015

¿Para regenerar? Abstenciones, como protesta, hoy: ¡no más Partidismo, ni 'líder', o tribun@s!

     
       
No hace sino un año, solo, el incansable prof. José Manuel Naredo -autor de textos clave, y premonitorios como ‘Por una Oposición que se oponga’ (2001, Anagrama) o ‘Burbuja inmobiliario-financiera en la coyuntura económica reciente 1985-1995’ (editorial Siglo XXI, 2003), tan bien…- ya nos avisaba:
   
Conviene “recordar ahora cómo fue aquel PSOE con Felipe González el que culminó transición de franquistas hacia este actual neo-caciquismo democrático, al implantar desde un principio, tras su aplastante victoria electoral del 1982 en nombre de ≪el Cambio≫, unas prácticas de gobierno tan autoritarias, opacas y clientelares que recordaron los modos del gobernar por el franquismo.
   
Se hizo gala, de entrada, de un pragmatismo carente de principios, de un pactismo que no respetaba promesa ni programa alguno, atendiendo solo a un marketing electoral de muy corta mira. Todo esto se desarrollo tras haber consensuado antes, no solo el PSOE, sino también el PCE, un marco institucional propicio al nuevo despotismo. Una Constitución que, además de imponer la monarquía, hizo imposible cualquier representación que no fuera por los partidos monopolizada privilegiando el bipartidismo (primero UCD-PSOE y después PSOE-PP), así como coincidencias en dirección o presidencia de un partido gobernante con la del propio gobierno.
  
Se promovió también un centralismo extremo en el seno de dichos partidos, sometiéndolos totalmente a las voluntades por su dirección, y los lobbies del poder empresarial, generando terrenos propicios para corrupción o clientelismo. De este modo, la cúpula del partido gobernante fue transformada en la instancia censora y disciplinaria suprema que monopolizaba el poder en el país, sobre todo cuando al disponer de mayoría parlamentaria conseguía anular la división de poderes, controlando las instancias deliberativas y judiciales del mismo.
   
Tras 14 años de ejercer el poder con estas prácticas caciquiles, el PSOE de González afianzó el nuevo régimen despótico, dejando el terreno trillado para que, tras las tribulaciones de la transición, la derecha vinculada al franquismo volviera al poder y siguiera imponiendo ya sin complejos esas mismas prácticas de gobierno.
  
Su ausencia de autocritica y la posterior redundancia en esta forma del ejercer el poder con los gobiernos de Rguez. Zapatero despejan cualquier ápice de duda sobre la posición en las próximas elecciones generales del PSOE: trata pura y simplemente de volver a poder, soslayando saneamiento político de fondo que reclama la situación actual.
  
Menos dudas aun ofrecería la posición del PP orientado a mantener el statu quo, al permanecer en el gobierno como sea siguiéndose practicando sin tapujos algunas políticas orientadas a otorgar nuevos nichos de negocios para las elites empresariales mediante privatización o concesiones varias, unidas al manejo caciquil del Estado e instituciones.


Junto a los recortes sociales y laborales asociados a la crisis económica, el PP también recorta derechos que antes eran universales para limitarlos a los que puedan pagar por ellos (apoyo judicial, sanidad, educación, etc.), o libertades (ley del aborto, ley ≪mordaza≫, etc.) con un empeño digno de mejor causa.
   
Se planteó así la paradoja de que la gente vota a partidos y personas que, en vez de defender sus intereses, acaban defendiendo los de determinadas castas o élites ajenas a la mayoría de sus votos; o del comportamiento asimétrico de un Estado que se muestra débil y solícito con los fuertes mas tan firme como agresivo frente a débiles...

                 
     
(...) La clave del cambio postulado estribará en que buena parte de nuestra población pasen del ser pasivo súbdito -refrendando uno u otro gobierno cada 4 años- a verdaderos ciudadanos [entendiéndose por tales aquellas personas que adquieren una mínima conciencia cívica, es decir, del formar parte de una sociedad en la que se consideran con el derecho a participar] políticamente activos, unidos en la protesta firme contra el oscurantismo y despotismo vigentes e implicados en promover los procesos o instituciones de participación para enjuiciarlos orientándose sus tomas de decisiones.
  
Y eso no se logra con un golpe de suerte electoral ni con consignas ideadas desde la cúspide de los partidos políticos, sino sobre todo por el trabajo diario de movimientos sociales que consigan animar a las personas a influir, con distintas formas de protesta o participación, en la toma de decisiones que les afectan y a establecer un marco institucional propicio para ello (...) estos requisitos no existen todavía: un verdadero proceso de revitalización para la democracia no puede prosperar sin que madure -conveniente mente- deslegitimación del orden político en vigor evidenciando necesidades de cambiarlo.
       
Mérito distintivo básico del 15-M ha sido impulsar conjuntamente ese proceso deslegitimador y una revitalización de la democracia desde la base (...) Pero cuando la situación pide a gritos culminar ese proceso democrático, a la vez deslegitimador y revitalizador, su impulso se ha debilitado por las razones que comentaremos más adelante. Todo eso tiene que ver con otro segundo aspecto que se necesita precisar para decidir con fundamento una política electoral: aclarar cuáles son los objetivos que el propio movimiento social estima deber compartir.
   
Pues va de la noche al día si el movimiento se considera una mera plataforma para la acción frente a las agresiones del sistema que, al carecer de estrategias con objetivos generales propios, abocada se ve al trabajar para partidos políticos existentes y a formar otros nuevos. O si, por el contrario, constituye un movimiento con estrategia u objetivo que marquen prioridades de organización y acción. En el primero de ambos casos, la política electoral del movimiento conduciría a pedir el voto para los partidos viejos o nuevos más afines, a los que más o menos implícitamente serviría. En este segundo es donde cabria discutir una política electoral propia del movimiento social, acorde con sus objetivos y estrategias autónomos. Razonemos sobre tal caso.
  

En lo que concierne a los objetivos, debemos dar por supuesto que, por atender la doble meta deslegitimadora y revitalizadora antes mencionada, el movimiento social pretende cambiar el modelo de Estado hacia una democracia mas ≪real≫, es decir, participativa o solidaria. Y para ello cabe hacer uso del mecanismo electoral para conseguir la mayoría suficiente que permita abrir un proceso reconstituyente orientado a establecer un marco institucional más acorde con ese tipo de democracia.

   
Pero como la situación no está madura para ello todavía, queda pendiente tarea de posibilitarla forzando el proceso deslegitimador del statu quo e impulsándose los movimientos sociales fuertes y coordinados en alguna plataforma electoral amplia capaz de conseguir las mayorías necesarias, para -sí- acometer el saneamiento político generalizado.
   
(...) Esta operación no tiene visos de madurar antes de las próximas Elecciones generales. Y menos plausible aun resulta la posibilidad de fundar o reforzar en ese plazo partidos capaces de acudir a la próxima convocatoria electoral y de obtener la mayoría necesaria para impulsar dicho proceso: ello no solo está abocado al fracaso, sino que en la medida en la que se imponga arrastrara en su fracaso a la primera al restarle fuerza y activistas. Pues la creación de partidos, antes de reforzar la mencionada plataforma de movimientos sociales, sería como poner el carro delante de los bueyes, al desactivarla derivando activistas y esfuerzos hacia los actuales teatros electorales y parlamentarios, con resultados inevitablemente pobres...
     
(...) Abundan las experiencias que acreditan esta inviabilidad y desvelan funcionalidades de dichos teatros [para 'representación', electorera...] como verdaderos digestores -o liquidadores- en cuanto a los movimientos sociales.

Precisamente, la decisión de hacer del 15-M  un partido político que concurra a las elecciones generales o europeas sacando un porcentaje ridículo del voto sería su sentencia de muerte. Esa su inmolación por un puñado de votos conseguiría, en el mejor de los casos, obtener algún diputado, lo que sería políticamente irrelevante (Así lo atestigua el escaso número de votos obtenidos por partidos nuevos —el Partido Anticapitalista o EQUO—, que saludaban como muy exitosa la posibilidad de sacar algún diputado).
       
       
Y tampoco partidos viejos, como el PSOE o IU, están capacitados para promover un saneamiento político general, cuando no han hecho autocritica ni saneamiento interno alguno, así como olvidando que son los que consensuaron el actual modelo de Estado y han venido colaborando con las instituciones que participaron en rapiña de pelotazos, megaproyectos o corrupciones diversas (Al igual que algunas formaciones nuevas capitalizarán votos defraudados del PP y PSOE -o IU...- otras lo harán también con castigo a la izquierda; pero impensable resulta que lleguen hasta recuperar cuanto fueron los electorados para el PCE en 1977, con aquellos escasos réditos de todos conocidos).
  
La imposibilidad de que los Partidos lideren hoy con éxito una plataforma por tal tipo arranca de que, definitoria mente, parten a las gentes; mientras que todo el mundo que no tenga intereses mezquinos o inconfesables debería estar de acuerdo con el propósito de parar los pies al actual caciquismo democrático, que ha arruinado al país al impulsar la cultura del pelotazo urbanístico y el latrocinio directo e indirecto de los megaproyectos. Todo el mundo, salvo los caciques y sus serviles colaboradores, ahora está siendo víctima del paro, los recortes o las preferentes, sin distingos políticos ni culturales.
    
Salvo algún sádico, todo el mundo coincidirá en que la gente más castigada con la crisis debería no quedarse por las calles ni tener que buscar la comida en los contenedores de basura; y todo el mundo debería estar de acuerdo en la necesidad del establecerse un marco institucional más propicio a buenas prácticas políticas acordes con una democracia más transparente y participativa: buenas prácticas que hagan que todo el mundo asuma que, si un gobierno decide y actúa con opacidad y sin tener en cuentas a la ciudadanía, si evita el debate en los propios órganos deliberativos del Estado y no incentiva, sino que castiga las iniciativas ciudadanas de participación, control y legislación, ese gobierno no debe llamarse democrático, sino despótico o autocrático, por mucho que haya sido votado por una minoría suficiente del censo electoral que le permita gobernar.
 
Solo después de haberse promovido cualquier Plataforma de movimientos sociales capaz al difundir con éxito el sentir generalizado sobre necesidades del saneamiento político y cambio institucional, e incluso concurrir a las elecciones logrando un triunfo electoral lo suficientemente amplio para impulsar los cambios necesarios, podría tener algún sentido práctico la eventual reconversión de tamaña plataforma en una organización unitaria que -contra lo habitual- ejemplificara funcionamientos transparentes, abiertos y participativos.
  
Ello no sería ya ninguna opción para más oposiciones, a la defensiva, sino de gobierno; cuyos riesgos -por burocratización, o deriva despótica- deberían ser objeto de preocupación y control social. Pero tamaña situación está bien lejos del momento actual.
   

En resumidas cuentas, pues: que el actual sistema político está cada vez más en crisis, pero no acaba de morir, ni lo nuevo termina por despuntar... En esta situación será en la que alguna política de abstención -consciente mente- justificada podría tener sentido como medio para socavar aun más las credibilidades del sistema, por hacer que la ciudadanía despierte tomando conciencia de su fuerza, y fortalecerse al propio movimiento social...
  
(...) Una propuesta de tal abstención como protestas activas debería explicar cómo su principal razón impulsora no es el rechazo a este o aquel partido político, sino al sistema político actual, pues ofrece caldo de cultivo adecuado para que los presentes despotismos hayan podido prosperar.
     
Así semejante abstención se presentaría como una rotunda forma del decir ≪no≫ al sistema subrayando necesidades de reformarlo para establecer otro nuevo que, a diferencia de lo actual, propicie las buenas prácticas políticas; haciendo que transparencia y participación sean moneda común. En la medida en que ganara terreno el ≪no≫ con esta especie de referéndum del rechazo al sistema político, ayudaría para formarse Plataformas de movimientos sociales que ya exijan un nuevo marco institucional más acorde a procesos de revitalización democrática propuestos, y haría las veces de potente revulsivo sobre los mortecinos panoramas electorales…
   
(…) La explicación de las razones que justifican el optarse por abstención activa o fundamentada en esta coyuntura política presente ayudaría para clarificar los objetivos y prioridades del movimiento social. Esa campaña otorgaría contenido al enunciado afán de hacer un escrache, o darle jaque, a este Sistema -político- para facilitar avances hacia los objetivos del saneamiento y replantear el mismo.
    

  
Se revitalizaría entonces la divisa del 15-M vayamos despacio, que vamos muy lejos, al dejar de lado las prisas electorales que amenazan con supeditar o aun liquidar el movimiento por algunos pocos de votos. La priorización de estos objetivos de fondo, unida a la opción táctica de lanzar la campaña de abstención activa, ayudaría a evitar la dispersión de metas y acciones, que ha contribuido a cansar y dispersar la propia militancia del movimiento…
  
Debería quedar claro hasta qué punto abstenerse no es un objetivo de fondo ni tampoco estrategia, sino una opción táctica o adaptada sólo a estos momentos para evitar que -al carecer de política electoral- el movimiento pierda toda iniciativa en lo actual, viéndose arrastrado y diluido por la euforia electoralista de los partidos (...) Cabe subrayar también que una campaña de abstención razonada cogería a contrapié al sistema en su empeño de promover pasividad en su población durante toda la legislatura, al prolongar esa pasividad justo cuando el sistema exige que se interrumpa brevemente para ser refrendado mediante el voto.


Abstención, así, se plantearía como un acto para desobediencia civil consciente justo cuando el sistema reclama a golpe de corneta participación de la gente como votantes. Dicha campaña perseguiría -en suma- transmutar los pasotismos políticos alimentados por el sistema, con acción deslegitimadora del mismo, reorientándose a menguar su representatividad.

  
Por último, la campaña de abstención consciente contribuiría a revitalizar el empeño principal de las movilizaciones por hacerse una sociedad más viva y participativa, al reafirmar la conciencia de que no hay atajos ni golpes de sombrero políticos para conseguirlo. Pues hemos de recordar que, más allá del marco institucional y formas del gobierno, una sociedad será más o menos democrática en la medida que cuente con un mayor desarrollo comunitario que amplifique las relaciones, los contactos e implicación de sus personas en los asuntos públicos.   
Toda sociedad evolucionará destruyendo y construyendo relaciones sociales o comportamientos individuales que lleguen a reforzar o diluir sus desarrollos comunitarios. Y una como la nuestra, cuya dimensión comunitaria se halla bajo mínimos, apenas podrá defender sus derechos, ni menos imponer el interés general frente a los afanes de rapiña en algunos.
    
Precisamente será esa lucha diaria contra el actual despotismo democrático, que hizo suya el 15-M, lo que otorgue más peso a la ciudadanía en el frágil equilibrio democrático, como también es la lucha contra la degradación social, ecológica y territorial la que podrá empujar a la sociedad hacia horizontes de progreso. A la vez que por fe ciega o en los ceremoniales democrático-mercantiles, al eclipsar la implicación ciudadana, se abre camino hacia más regresiones y despotismo.
   
Es, en suma, el permanente afán por tejer o mantener redes sociales para contactos individuales (estableciéndose así algún tipo de marco institucional más propicio...) lo que pudiere contrarrestar tendencias hacia degradación entrópica que alcanzan también todos los rincones en la vida y su sociedad.
   
Hemos visto que una campaña de abstención activa podría rememorar estos objetivos e impulsar estas tareas unidas a la creación de nuevos sistemas para control y participación de poder, que han venido siendo un objetivo primordial y distintivo del movimiento social surgido con el 15-M cohesionándose, así…"
   
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Nunca delegaremos de nuevo -tan pasivas mentes...- en estos Partidos y sus líderes con tribunas... ¡Nosotros mismos, realicemos el esfuerzo, regenerador (no podríamos -ya- confiarlo a 'bipartidistas imperfectos' de sobra para tercera edad reconocidos, ni tampoco al otro 'bipartidismo y medio' ahora emergente por hacerse con alternancia)...!
    

3 comentarios:

  1. El opúsculo citado de JM Naredo tenía otro texto final, como “ADENDA: Rasgos esenciales de la Transición política española, desde un régimen dictatorial a democracia, y sus consecuencias:

    ¿Puede darse caso de un dictador que nombre al Jefe del Estado llamado a sucederle y abra puertas para ≪transición sin traumas≫ hacia la instalación estable de un nuevo régimen político? ¿Puede una dictadura en democracia transmutarse sin la presión de acciones tumultuosas y represiones sangrientas ni exigir serio sacrificio a la clase política gobernante e intereses económicos establecidos?

    (…) la ≪salida≫ democrática del franquismo aportó ejemplo significativo de ≪transición sin traumas≫ a democracia desde dictadura, cuyos requisitos condicionaron el futuro político del país.

    Lo primero para su posibilidad fue que, tras la derrota, extinción y condena de los fascismos inicial, más otro ulterior suicidio del bloque socialista, un modelo democrático se difundió por todo el planeta como único capaz de justificar hoy las autoridades del Estado (…) El fallido golpe de Estado con Tejero del 23-F (1981) fue ‘prueba del 9…’ sobre las irreversibilidades para ese proceso en el cambio hacia imponerse la justificación democrática del poder como lo único que hoy resulta viable.

    En efecto, el espectacular éxito militar del ‘Golpe…’ contrastó con su estrepitoso fracaso político (…) los ≪golpistas≫ quedaron ≪a la luna de Valencia≫ esperando un apoyo político que nunca llegó. Tras largas horas de meditación, el Monarca, como último decisor ≪arbitral≫, apreció por fin la inoportunidad del dar marchas atrás en el proceso (…) y pudo sacar partido de lo sugerido por Maquiavelo cuando dice que ≪las conspiraciones verdaderas o simuladas […] pueden ser un excelente recurso para estimular la simpatía en favor del Príncipe≫.

    Segundo requisito para conseguirlo consistió en evitar que tuviera lugar un verdadero proceso constituyente (…) el franquismo modificó su orden constitucional propio para diseñar un proceso de sucesión que fue cumpliéndose punto por punto, tanto en la instauración de la monarquía y el rey —previo jurar los principios del antiguo régimen—, como con posteriores procedimientos para modificar el orden constitucional (…) sustituyendo al mítico Caudillo por árbitro Monarca, y las carismáticas adhesiones a la indiscutible autoridad del jefe mediante su justificación democrática.

    (…) la providencial desaparición de Carrero Blanco (…) dejó manos libres en los albaceas del antiguo régimen para entenderse a sus anchas con sus herederos sobre conservación y reparto de todo el patrimonio político por distribuir, consiguiendo propósitos enunciados desde una Declaración constitutiva de la Junta Democrática consistentes en ≪asegurar la continuidad del Estado sin sobresaltos ni convulsión social≫. Sin embargo, éstos irían surgiendo más tarde, al aflorar problemas que se cerraron en falso durante aquella transición.

    Y un tercer requisito que facilitó tal maniobra fue actitud abiertamente conciliadora de la vieja oposición política…”

    Quizá eso aclare mejor las razones de su argumentación completa.

    Salud!

    Ana G. G.

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    1. Muchas gracias, Ana, sí está muy bien lo por tal ‘Adenda’ de J.M Naredo dicho… Mas no se ve que las razones para –hoy- abstenernos vengan tanto de, sola mente, tan atrás: en dicha Transición del 1975 nadie ya dio ningunas velas al enterrado asunto de la Guerra de Cuba, 77 años anterior; y tampoco parece que ahora nuestros déficits actuales pudieran traer causa importante desde lo hecho por ningún protagonista de aquella Incivil Guerra contra la República Española desencadenada por Franco hace 79 años…

      En este sentido, quizá puede completarse la ligazón causal con otro fragmento –el final- del libro que comentamos: “A modo de SÍNTESIS:

      Peculiaridad del caso español estriba en (…) esa elaboración de otro presente orden que ―actualizando la forma de dominación política- fuera respetuoso con los aspectos esenciales del sistema socioeconómico vigente: se realizó no por el Parlamento, sino en sus trastiendas, a espaldas del pueblo supuestamente soberano; y con métodos cuya falta de transparencia o participación tienen poco que poder envidiarles a cuantos daban vida para las decisiones políticas bajo el franquismo.

      Como resaltó Heribert Barrera, ≪ discusión sobre algunos puntos fundamentales quedó prácticamente escamoteada y muy a menudo los debates reducidos a poco más de un simulacro. [Más aun], las reuniones importantes no se hacían en este palacio, sino fuera […] el método clandestino que se siguió en buena parte fue lamentable, a causa del mal efecto que produjo en el país y del precedente representado para puesta en marcha de la democracia…≫ [4/07/1978, ‘Diario sobre sesiones’ del Congreso de los Diputados].

      Y estos procedimientos del pactar previamente los resultados marginando Parlamentos y Plenos municipales, lejos de corregirse, se hicieron moneda común en el nuevo régimen; reproduciendo la paradoja por primera vez entonces producida y que caracteriza al nuevo despotismo democrático: es ignorado el pueblo en la gestación de políticas tan importantes como elaborar un nuevo texto constitucional… pero se le reclama luego su presencia masiva en las urnas para refrendarlo, desatando una campaña de intimidación psicológica en línea con las del antiguo régimen. Con todo, pese al chantaje psicológico desatado para promover el voto favorable a la Constitución, solo se apoyó por el 57% del censo (…) denotando ya un divorcio que se iría luego acentuando entre la nueva ≪clase política≫ llamada para regir los destinos del país y el pueblo que decía representar.

      (…) Pues, como advertía proféticamente Barrera, ≪se acaba ya, es cierto, con la dictadura de un hombre; pero corremos el riesgo de caer en una especie de oligarquía, entre cabezas de Partidos, pactada y plebiscitada≫…”

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  2. En fin, tras citarse los demás fragmentos, parecerá útil ponerles el broche de lo más ACTUAL dicho por J. M. Naredo al iniciar su Prefacio del libro:

    “La polémica desatada en el seno del ‘15-M’ en torno a las opciones electorales y una posible política de 'Abstención activa' suscitó estas reflexiones personales sobre tal tema. Dirigidas originariamente a una de las amigas implicadas en él (…) agradezco a Maria Naredo, Carmina Pastor, Liliana Pineda y Amalia Serrano las observaciones o críticas que me han permitido matizar, mejorando el texto sustancialmente. Y también a Octavio Colis sus comentarios así como, sobre todo, las ilustraciones que animan y enriquecen la edición.

    Entrando ya en materia, creo que (…) andamos asistiendo a un cambio de fase o era política en nuestro país desde la llamada ≪Transición política≫; ya no se trata de cambiar este o aquel partido o gobernante por otro, sino el sistema que sostiene al neo-caciquismo democrático (del que han sido instrumento y parte el grueso de partidos políticos que participaron en los gobiernos urdiendo la mencionada ≪transición ≫, incluida IU) actual. Eso mismo concluí ya en párrafos reproducidos a continuación, extraíbles desde una obertura al libreto de Ópera bufa ‘El crepúsculo del ladrillo’, que con claridad expresan esta idea.

    ‘Diagnóstico del panorama político actual: ahora, cuando se dilucida quién ha de acabar pagando la crisis, creo que por si cabía alguna duda, ha quedado bastante más claro que los gobiernos se han venido comportando básicamente como administradores al servicio de lobbies y corporaciones privadas, y no como representantes de la ciudadanía. Con la sonada estafa de las «participaciones preferentes» de BANKIA; con las agresiones sociales de los despidos y los desahucios; los recortes sociales y salariales; del saqueo de las privatizaciones; los megaproyectos, y los repartos de «sobres» y prebendas entre la «clase política» gobernante, se ha erosionado tanto la credibilidad del Estado, de sus instituciones y de la «clase política», que se ha llegado a cuestionar por primera vez de forma amplia la legitimidad del sistema.

    Lo cual denota un cambio de fase o de era política en nuestro país desde la llamada «Transición política»: ya no se trata de cambiar este o aquel partido o político gobernante por otro, sino el sistema que sostiene el actual neo-caciquismo democrático. El 15-M ha ilustrado bien ese mencionado cambio de fase política con 3 de sus eslóganes, los cuales recogen los tres escalones en la toma de conciencia, antes mencionada, que desplaza el empeño de sustituir determinados partidos o dirigentes por el de cambiar el sistema que promueve y mantiene tal estado de cosas.

    - El 1º afirma que «hay poco pan para tanto chorizo», denunciando así la plaga de políticos «conseguidores» que facilitan el saqueo de lo público en beneficio de ciertas elites empresariales.

    - El 2º dice cómo estos políticos «no nos representan», por mucho que hayan sobrepasado los votos de la minoría suficiente del censo que les permita gobernar.

    - Y el 3º juzga que «PSOE y PP la misma mierda es», como evidencian las prácticas caciquiles perpetradas por ambos en gobiernos estatales, autonómicos y municipales, avaladas por el rosario de sobres y escándalos que han llegado a los tribunales; prácticas que dieron nuevas alas al «mal político del caciquismo», «cuya finalidad», decía Macías Picavea en su ya clásico ‘El problema Nacional’, «se encierra en 2 inferiores aspiraciones: dominar, no gobernar; expoliar, no administrar».

    Toca revisar ahora componendas elitistas que rubricaron la metamorfosis del franquismo en coronada democracia. Pues debe advertirse que la pérdida de legitimidad del Estado como representante de la ciudadanía no ha invalidado, sino reafirma, la necesidad de un proceso estableciendo nuevo marco institucional que propicie saneamiento político, con buenas prácticas ayudando a desplazar el poder y control en toma de las decisiones desde la trastienda de los Partidos políticos hacia la CIUDADANÍA’…”

    A.

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