lunes, 23 de diciembre de 2013

Antepenúltimo país por personas en Pobreza... &más Desigualdad, entre 31 europeos: España


Nada casual este síndrome de récords capicúas, nuestro: España, el 4º país de la UE dando mayores ayudas a Bancos... así como Endesa e Iberdrola, las 2ª y 3ª Cías. Eléctricas en Europa con más beneficio... Pero no cesa de oírse receta para nueva Rebaja Salarial, pese a que ninguna supuesta 'falta de Competitividad' por 'mayor Coste laboral' influye ni la mitad que factores -como 'lograr Financiación, encontrar Clientes'- ligados al 'Valor añadible desde mejores productividades en Gestión o gerencia corporativa', según hace 3 meses era ya resaltado tras encuestas de la misma UE...
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Aun siendo el 'umbral' estadístico para considerar en cada circunstancia 'pobreza relativa' (o sea, 50% de sus rentas medias) mucho menor aquí, según los datos del Eurostat más recientes relativos al último año 2011 (final de las legislaturas gobernadas por Zapatero Presidente con su Vice Alfredo Pérez Rubalcaba, por cierto), España salió peor aun que Grecia o solo encima levísimamente de tanto Bulgaria como Rumanía; y somos ya primeros por Desigualdad, medida con diferencias entre los 20% más ricos y pobres de la población, en toda Europa.
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Así pues, parece acuciante tratar de contemplar el asunto buscando algunas mayores perspectivas, conceptual e histórica; a ver si de dicho modo pudiere obtenerse luz:
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"Al comienzo de la primera industrialización los obreros contemplaban las máquinas como a una gran amenaza, pensaban que podían robarles su puesto de trabajo. Su preocupación en lo inmediato no carecía de cierta lógica. Veían que allí donde se necesitaban 100 trabajadores, una vez mecanizada la producción, eran suficientes 50 para fabricar lo mismo. Sin embargo, con el tiempo se ha visto que los descubrimientos científicos, la tecnología y su mecanización han hecho posible el desarrollo elevando nivel y calidad de vida en la clase trabajadora.
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Y todo ello gracias a los incrementos de productividad, que, aunque algunos pretendan confundir ambos conceptos, dista mucho de identificarse con la competitividad. De hecho, hoy la mayoría de los países y de las empresas buscan la competitividad prescindiendo de más productividad, por el mecanismo de hundir sus condiciones laborales y sociales.

Podemos afirmar sin lugar a equivocarnos que en el origen del desarrollo social y económico de las sociedades se encuentran los enormes incrementos de productividad acaecidos a lo largo de los años. Pero ha sido necesario algo más: un pensamiento y una ideología propugnando que todos los ciudadanos se beneficiaran de dichos incrementos de modo que no fuesen destinados únicamente al aumentar el excedente empresarial.

Esas mejoras deberían servir para acrecentar las rentas del capital, sí; pero también para subir los salarios, e incluso para mantener económicamente a aquellos que no puedan trabajar coyunturalmente. Y todo ello mediante incremento de los ingresos del Estado que redundaría en beneficio de todo ciudadano a través de las prestaciones sociales.

Tales  elevaciones de productividad favorecieron a los trabajadores mediante dos vías diferentes. En primer lugar, por un incremento salarial abandonando las retribuciones de subsistencia; rompiéndose así la ley de bronce de los salarios y desmintiendo a Malthus, a David Ricardo e incluso a Marx.

En segundo lugar, con disminuciones en la cantidad de trabajo que deberían aportar, no solo mediante una reducción de las jornadas de trabajo, sino también por el sistema de acortar su vida laboral.

Los incrementos de la productividad y su distribución hicieron posible superar otros salarios de miseria, pero también que la jornada laboral fuera reduciéndose progresivamente; o que los niños y mujeres saliesen de las fábricas abandonando esas condiciones inhumanas que, por ejemplo, nos narraba Charles Dickens.

Poco a poco fue retrasándose la edad de incorporación al mercado laboral, lo que generalizó una educación e instrucción de menores. Se creó un nuevo reparto de funciones en el seno de la familia. Ya no resultaba necesario trabajo exterior para todos sus miembros y, por regla general, era el varón quien alquilaba su fuerza de trabajo en mercados laborales mientras que la mujer se dedicaba al cuidado de su casa, prole y ancianos.

Según fue aumentando la esperanza de vida, se posibilitó, además, gracias a una participación del Estado en los incrementos de productividad (impuestos, cotizaciones etc.), que no debiera continuarse trabajando hasta el último minuto de la existencia; puesto que se podía contar con pensión digna. Y era eso también cuanto garantizaba, incluso en los momentos de crisis, a los parados el que disfrutasen de una prestación económica hasta encontrar empleo.

Si en un principio la población activa coincidía con el total exceptuándose tan sólo a los nobles y algunos burgueses que vivían de las rentas, progresivamente sin embargo fue viable que un porcentaje cada vez menor de trabajadores con unas jornadas incluso más reducidas, produjeran más; manteniendo por tanto a la población total. Trabajar menos y cobrar más

Todo ello era posible gracias al incremento de productividad y a su reparto. Ciertamente, no todo fue perfecto, su aplicación no fue total y homogénea en todo país; pero esto era tendencia y sobre todo una teoría del Bienestar sobre la que se asentaban sociedades, discurso que si en un momento recibió el nombre de socialdemócrata, fue asumido en forma más o menos total por otras fuerzas políticas y sus principios incluidos en Constituciones de distintos países.

Desde hace ya bastantes años, la tendencia no obstante ha cambiado. Ciertamente no es que hoy hayan disminuido la innovación o tecnologías y que por lo mismo los incrementos de productividad sean menores, todo lo contrario. El problema está en el decreciente reparto, según han ido imponiéndose principios del neoliberalismo económico y se ha venido extendiendo la libre circulación de capitales.

Imponen sus exigencias a las sociedades y los Gobiernos, reclamando para sí todo aumento de productividades, e incluso pretenden que salarios y pensiones no se actualicen de acuerdo con la inflación; es decir, que se vuelva ésta en sus manos un arma para transferir rentas a su favor. La consigna ahora es la de aquel buen presidente de la Patronal ya en la cárcel: ‘trabajar más y cobrar menos’.

La mujer se incorpora de nuevo al mercado de trabajo; y ello podría haber sido muy positivo desde el punto de vista de sus derechos si hubiese venido acompañado por una nueva distribución funcional en el seno de la familia con reducción de jornada laboral para entrambos cónyuges, o asumiéndose al menos determinadas funciones por el Estado (guarderías, cuidado de ancianos, enfermos, etc.), lo cual hubiera precisado algún apropiarse por parte del Estado incrementos de productividad. Nada de eso se ha hecho, las jornadas laborales son cada vez más elevadas y el Sector Público progresivamente se inhibe de sus funciones sociales.

Un resultado es que las familias aportan actualmente al mercado laboral el doble en horas de trabajo. La Oficina Presupuestaria del Congreso de los EE.UU, al analizar las modificaciones producidas en distribución de rentas tras el gobierno de Reagan, llegó a la conclusión de que para una mayoría de hogares los ingresos seguían siendo similares; con la diferencia de que ahora eran 2 los sueldos produciéndolos, es decir, el doble de horas trabajadas.

El nuevo discurso aparece en todo su esplendor respecto de las Pensiones, puesto que basa su ‘inviabilidad’ para éstas en los incrementos a la esperanza de vida y por reducción del porcentaje entre activos y pasivos. Pero es que precisamente todo incremento de productividad para lo que debe servir es para que cada generación pueda vivir mejor que la anterior, trabajando menos horas a lo largo de toda su vida, lo cual incluye que la proporción entre sus etapas activa y pasiva disminuya..

Durante los últimos 30 años, para la economía de los países, ha sido incrementada su productividad en forma espectacular; pero, dados los avances tecnológicos, todo hace prever que puede hacerlo con un porcentaje aún mayor en el futuro. ¿Dónde se encuentra entonces la dificultad? Tan solo en el sistema del no (querer, ya, más…) redistribuir, en una pretensión por el capital y las clases altas de apropiarse todos los incrementos para la productividad."

Y algún país en particular, como este Reino de España precisamente, ha venido pujando ininterrumpidamente durante muchas legislaturas -con unos u otros tipos de Gobiernos- para conseguir ser reconocidos entre "los primeros" por tales vías "europeístas"...! ¿El resultado? ¡Así se ve!
 
Desigualdad [UE]: diferencia de Renta del 20% más rico al pobre
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1 comentario:

  1. Lo peor más reciente ha sido la aprobación de la reforma del sistema público de pensiones, verdadero golpe mortal contra el Estado social y que amenaza con dejar en el futuro en la pobreza y en la miseria a una parte muy importante de la población. La sociedad no ha tomado conciencia de lo que representan los cambios introducidos y tampoco de que las pensiones, a niveles ya muy bajos, van a perder año tras año poder adquisitivo. Sin duda va a ser un duro golpe para los actuales pensionistas, pero también y quizá en mayor medida para los futuros. El Gobierno se ha propuesto sanear las finanzas públicas y hacer frente al enorme endeudamiento, haciendo recaer su coste sobre la parte más vulnerable de la sociedad, los jubilados.

    La reacción de la oposición ha sido más tibia de lo que cabía esperar. Al PSOE, tan proclive a declarar respecto a determinadas leyes que las cambiará en cuanto llegue al poder, no se le ha oído comprometerse a modificar esta. Surge la sospecha de que, presa de los presupuestos del Pacto de Toledo y de la creencia de que las pensiones solo se pueden financiar con las cotizaciones sociales, no le disgusta en exceso la reforma y de que en cierto modo se alegra de que el actual Gobierno haya hecho el trabajo sucio.

    Juan Fco. M. S.

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