miércoles, 19 de enero de 2011

Rodrigo García: “…las personas damos miedo.”

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En Francia y Suiza, éste ya llegó hasta ser un autor dramático de culto. Aquí, sin embargo, su propuesta teatral sigue atizando polémicas...
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En el María Guerrero (CDN) ha montado Las 7 últimas palabras de Cristo en la cruz' [Haydn] ó "Gólgota picnic..." Arriesga con textos de intensidad poética donde la puesta en escena es una prolongación feroz y ‘performativa’ de las ideas. Regresa el buen salvaje de las tablas.

Es probable que en el trayecto que va del ascensor a la habitación indicada pienses ocho o nueve veces qué habrá del otro lado de la puerta de este apartahotel. O qué habrá más allá de Rodrigo García. Quizá un glaciar de sombra. Un infierno aguardando. Un aquelarre indescifrado. Qué.

Rodrigo García abre de chándal y sudadera. En un sillón tiene una bufanda del Atleti. Es un hombre bajo que no llega a ser pequeño del todo. En el escudo de la sonrisa advierte credenciales de timidez. Resulta difícil reconocer en su cortesía apresurada al degustador de desafíos teatrales. Al tipo que detona palabras y las ordena después como puñales. Al guerrillero escénico que pone un espejo frente al patio de butacas con un mensaje claro: si las desgracias no implicasen el placer de la vejación, serían insoportables.

Algunos de sus "Títulares ..." son todo un devocionario del desafío: 'Aproximación a la idea de desconfianza'; 'Agamenón'. 'Volví del supermercado y le di una paliza a mi hijo'; 'Protegedme de lo que deseo'; 'Tener amigos, comer mierda'; 'Compré una pala en Ikea para cavar mi tumba'; 'Prefiero que me quite el sueño Goya... a que lo haga cualquier hijo de puta'; 'Haberos quedado en casa, capullos...' La luz entra a saco en este cuarto, como un telegrama urgente. Están los ventanales abiertos. Es un duodécimo piso. Desde aquí es posible constatar que los hombres contemplados a cierta altura somos ‘la cucaracha’ de Kafka con algo de prisa.

Rodrigo García lleva más de 20 años en el alambre de un teatro que es frenesí y hecatombe. Desafío. Juego. Libertad omnímoda. Ha estrenado en el María Guerrero ‘Gólgota picnic’ después de haber recorrido todos los sótanos y covachuelas del extrarradio de la escena con sus obras inflamables, a veces para 50 personas, a veces para 10, a veces para él y dos palomos que se posaron allí una noche.

Se sienta en la rinconera del sillón haciendo con las patas la postura del loto, un cojín en el vientre, un purito con humos de vainilla y un vaso de agua para ahogar oportunamente la mecha de algunas ideas. No nos revienten en la jeta.


Nunca leo las críticas. Desde que empecé han sido malas, así que no es novedad. Todas hablan de provocación y cosas que yo no siento.

– ¿Y qué sientes?
Si me tuviera que definir diría que en verdad soy un ser melancólico. Y escribo así para disfrazar esa melancolía. Para protegerme. Me llaman radical aquellos que viven de manera muy tímida. La mía es una expresión normal para hablar de la sociedad en que vivo. No veo extremo lo que hago. No tengo otro modo de hacerlo, ni de hablar de ello.

«Cuando uno intenta ofrecer cierta poesía a una sociedad carente de poesía está incurriendo en un gesto político»

Este volcán que ahora ha puesto en marcha en Madrid escupe una lava caníbal contra la Iglesia. «Lo de amaos los unos a los otros es una estafa, según Rodrigo García. Mejor huid los unos de los otros». El texto es poderosísimo, hecho de una voz poética transcrita con los nervios, desde el asco a la religión por su barandal de odio, cinismo y sangre. La puesta en escena es una ‘performance’ que multiplica ese desafecto. Un juego de impúdicos pudores.

Sospecho que he avanzado hacia una cierta madurez en cuanto al replanteamiento del teatro mismo. Ya no tiene sentido ir haciendo críticas obvias a la sociedad. Todos sabemos en qué presente estamos. En este sentido, me da cierto pudor seguir compartiendo con otros, espectadores, nuestras comunes humillaciones. Por eso he derivado hacia un teatro más intimista donde lo impúdico no es despelotarse, sino el uso el lenguaje. Aun así, no soy todo lo impúdico que me gustaría.

– ¿Sigue siendo el teatro una herramienta política?
Creí mucho en ello, claro. Hice obras en las que de he probado otros caminos expresivos, aunque cuando elaboro conceptos más poéticos sigue existiendo una vocación política.

– ¿De qué modo?
Cuando uno intenta ofrecer cierta poesía a una sociedad carente de poesía está incurriendo en un gesto político. No creo que el teatro tenga una capacidad de acción masiva, pero sí creo en la suma de experiencias estéticas. Somos lo que somos por las experiencias emocionales que hemos vivido.

– Muchas de ellas son sofisticadas manipulaciones.
Claro. Todos manipulamos. Yo sé cuándo hago daño con mi teatro. Cuándo le meto a alguien el dedo en el culo... Y la verdad es que disfruto con eso. Es una actitud infantil.

Este pollo bonaerense del 64 aplaca a sorbos cortos la pólvora del paladar. Habla en un tono quedo. Casi no habla en ocasiones. Y otras veces pega un redoble de risa que desconcierta. Se le han borrado los quiebros argentinos y en la nuez lleva injertado un acento de muchos sitios. Llegó a España a los 21 años. Venía de atravesar el ártico de la dictadura de Videla y decepcionado con las falsas promesas de Raúl Alfonsín.

«Creo en las cosas buenas del ser humano: la capacidad de amor, de afecto, de ayuda. No pienso que todo sea una mierda»

Es hijo de un carnicero y una verdulera. Fue amamantado en la barriada más chunga de Buenos Aires: Grand Bourg. «Suena muy parisino, pero era un lugar de chabolas. Mis amigos eran albañiles o ladrones. A mí me dio por estudiar y ver cine experimental. Quería escapar de ahí. Aquella experiencia me sirvió muchísimo y se refleja en buena parte de mi trabajo. Lo más airado de mi obra tiene que ver con aquella infancia», dice. Ya en Madrid, anduvo Rodrigo García 15 años escribiendo «por accidente», estrenando para casi nadie y trabajando en empresas de publicidad. Hoy piensa lo mismo que entonces.

La mecánica teatral en España es muy conservadora. No en cuanto a los creadores, sino por los sistemas de ayuda y exhibición. Hay quien considera un sacrilegio que yo ocupe el María Guerrero. Sin embargo, llevo años estrenando en teatros europeos de igual nivel y allá nadie se sobresalta.

– ¿Entonces?
El drama es que los responsables de muchos teatros de aquí sólo quieren salvar el culo. No molestar al poder para seguir pagando la hipoteca y el coche. No asumen que desarrollan una función social. Es gente gris, tibia. Su única vocación es medrar. Resulta escalofriante. Fuera de aquí no existe esa injerencia de lo político en la cultura. Es el reflejo de un cierto eco franquista. Qué horror.

– Escribes contra todo eso...
Escribo contra todo lo que no me gusta. Para mí escribir es diversión, igual que escuchar a los actores decir el texto. Lo hago con mucha vitalidad. No hay un propósito oscuro o nihilista. Yo creo en las cosas buenas del ser humano: la capcidad de amor, de afecto, de ayuda. No pienso que todo sea una mierda. Aunque si te fijas bien, las personas damos miedo. Y nos tenemos miedo. Miedo a relacionarnos, a sentirnos traicionados. Es una locura.

– ¿Y tu vida, cómo es?
Muy normalita. Abandoné Madrid y me fui a una aldea asturiana de 8 habitantes [a Espinareu, en Piloña]. Aunque salgo mucho a montar mis obras o a ver museos y exposiciones, la Documenta de Kassel, la Bienal de Venecia... No tengo relación con críticos, ni con gente del ámbito teatral. Soy un comando autónomo con un sentido monacal de mi oficio. Mi sitio es estar escribiendo solo.

Huye de las fotos. De los halagos. Jamás sale a saludar tras la función del día del estreno. Sabe que es un autor de culto en Francia, en Suiza, de algún modo en España. Todo eso se la suda. Mira el mundo con una ironía dañada. Sigue en la postura del loto, echándose friegas de agua por dentro. Como aplacándose para no arder. Convencido de que somos alguna combinación de desconcierto y carne cruda. Esperando el dulce instante de la autodestrucción.
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(Antonio Lucas, En Primera Fila: RODRIGO GARCÍA, diario ‘El Mundo’ -16/1/10)
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7 comentarios:

  1. “las personas damos miedo.”
    Unas más que otras, como con todo.
    Cuanto más falsas...
    El asunto está en poder estar distante de las dichas... que no de la dicha, que ésa, cuanto más cerca Mejor.
    Lo terrible, atemorizante total, son las que, ya en la sombra, ya a la luz, tienen poder para machacar a cualquiera, o a muchos... ciudadanos.

    Besicos tardíos -son las 4 p.m. pasadas. PAQUITA

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  2. Ojalá nada más nos dieran miedo tales tan falsas: eso es tan solo el miedo que los toreros valientes dicen hay que tener para salvar la vida sin temeridad estúpida.

    Pero, entre otras más majas, también, el miedo es libre; más de lo que puedan serlo jamás aquellas mismas. Lo más difícil que tenemos la gente, a diferencia de las máquinas, ye que no traemos nunca 'instrucciones de uso'. Y, claro, a veces...

    Por cierto, si no lo hubieseis hecho aún, me permito recomendaros leer "La escala de los mapas"; por ejemplo.

    Salú y ale...!

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  3. Me alegro de que guste el espectáculo. A mi me aburrió soberanamente aunque aguanté hasta el final. Me pareció una serie de textos muy poco elaborados y una sucesión de escenas más o menos provocadoras tal como se hacía en los años 70 y principios de los 80. Que la paracaidista tenga que llevar un letrero que diga "Angel caído" me parece una muestra de la poca sutileza del espectáculo. No encontré demasiada relación entre los textos y las escenificaciones y proyecciones. No he visto más cosas de este autor, pero esto me parece un acto de provocación sin mucho fundamento dada su escasa coherencia y falta de argumentos; porque se trata de una provocación física o contextos más bien burdos.
    Lo de despilfarrar panes y carne en tiempo de crisis, me parece que retrata a un "artista burgués" que busca la provocación como forma de mejorar su situación en el mercado. La crítica a la sociedad no la vi por ninguna parte.
    Un autor que contempla un teatro sin historias, sin personajes y sin actores y, según parece, con poquitos espectadores, me recuerda a Narciso haciendose fotos y vendiéndolas.
    En fin, puede que no "comprendiera" bien la obra, pero esta es mi modesta opinión.
    Un abrazo, ACT

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  4. Gracias, Ant...

    Tus comentarios ayudan a tener distintos ángulos de aproximación al espectáculo, para una mayor perspectiva de los que no la vieron (entre nuestro quinteto el otro día también alguna persona compartió al salir el sentimiento de haberse aburrido demasiado rato con la perorata 'esquizo' y para otra la cosa tampoco era como de tirar cohetes)... Lo que sobre la camiseta dices explícito es irrebatible pero en cuanto hace a la presunta elaboración insuficiente del texto, armado en peculiar 'patch-work' que barre desde 'chateos' coetáneos a las disquisiciones del discurso bíblico u otra exégesis de manifestaciones artísticas, no parece caber reprochársele más que a casi cualesquier obras entre lo principalísimo 'del absurdo'... A mí me resultó sugerente, por muchos lados, aunque fuera un revulsivo 'tous azimuts' a la manera que hace tanto proponían surrealistas; el gusto es libre y la comunicación funciona o no según casos concretos, pero tampoco esto merece apenas entretenernos porque puede leerse su libreto vendido en los teatros del CDN.

    Lo que de verdad no me cabe duda es de que somos distintos niveles de público los que cada vez confluimos en el caos abierto, irrepetible, que supone una sala un día para cualquier obra. Y es claro que, por ejemplo, tu percepción más desarrollada después de años dedicados a la escena bien puede sentir como de sal gorda o epatante para desprevenidos lo que a menda sin embargo logra llevar al huerto (con inmatizable resonancia de tan solo contadas sesiones que se remontan en efecto hasta ya lejanos 'La Cuadra', 'Marat/Sade', 'Els Joglars', 'Castañuela 70', etc.) pero eso no tiene fácil solución... cuando paralelamente la mayoría de los demás espectadores encuentran adolecer en sentido contrario la función por exceso.

    En cuanto a concluir que no hay crítica -generalizada si acaso, por demás...- de la sociedad, o al que sea palpable más avidez comercial en esta representación de las usuales entre cuanto nos venden las taquillas en competencia, sí que discrepo contigo. Pero estemos de acuerdo al menos en que con frecuencia lo menos digerible para inconscientes genéticos colectivos no es aquello que parece, por funcionar como fusible de arcadas o/y risa nerviosa, sino argumentos cuya mera enunciación rechina en general entre nosotros (dicen que Nabokov había escogido su 'Lolita' vs el Viejo profesor menorizadorizable luego de averiguar los informes asesorando de que eso provocaba realmente más en aquella sociedad que otras dos opciones tanteadas del Negro y blanca o el Donjuan con monja): cuando a mi alrededor salían por supuesta incapacidad para resistir la tentación evitable de concentrar ojos hacia determinado primer plano superpuesto en una escena donde se fustiga sin remedio comportamientos reconocidos entre tirios y troyanos rememoré aquel 'Último tango en Paris' hoy lejano con Marlon Brando sacrilegando procacidades [¡del maldecir contra tabúes de la familia!] mientras tuttiquanti escandalizábanse -físicamente sólo- por cuenta del desayuno con mantequillas...

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  5. Yo estoy más de acuerdo contigo, "pegepe", y no con lo contrario respondido por ACT. La entrevista me parece bastante convincente, aunque también coincida en otra discrepancia frente a ella por cuanto "quien lo entrevistó aún parecía confundir ese Requiem laico del siglo XXI, tan brechtiano, con burdo 'mecagoentudiós' carpetovetónico..."

    Sí: los filtros previos de las entendederas acusarían hasta qué punto "demasiado habitual ha llegado a ser aquí ahora reducirse a tertulianismos y foros de aquiescencia garantizada entre repeticiones de quienes alardean sobre todo el estar encantados tras haberse conocido en numerus clausus unánimes -correcta mente- por su distanciamiento de los errores obvios entre lo ajeno...

    Pero a la hora de dialogar, para poder ponernos, necesitamos cada vez más tener alguna confiada esperanza de que haya enfrente quien no duda también en contradecir cuanto de interés pétele sobre lo que delirando escucha..." ¡Y sin garantías posibles que a priori valgan de donde vayamos a reconocer el más "progresista" de los argumentos cruzables!

    Salud, Juanma

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  6. Gracias por la información. Me ha gustado la entrevista al autor, aunque la obra parecía sólo provocación inconexa... la ultima parte del concierto consiguió despertar en mi alguna emoción.

    No tenía ninguna referencia de la representación o su autor. Tras esto creo que entiendo mejor sus textos; el resentimiento, la agresividad del tímido...

    En fin, podriamos discutir de las intenciones del autor tras leer el libreto... Me parece por lo que cuenta un personaje que se cobija en la provocación para no ser herido.

    Estoy con vosotros en que somos diferentes niveles de público los que confluimos en una sala para cualquier obra.

    Un abrazo, Mary

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  7. Una reseña MUY CLARA... ¡Mas véase [ www.publico.es/culturas/355257 = ‘Rodrigo García monta una carnicería con los restos de Cristo’]… HASTA EL FINAL! =

    “Rodrigo García no atina: con su anterior espectáculo, aparentemente hirió a los espectadores que fueron a ver ‘Muerte y reencarnación de un cowboy’ en el Festival de Otoño, que se marchaban a grito pelado de la sala del Matadero.

    En el estreno de ‘Gólgota picnic’ el personal empezó a levantarse ante ‘Las 7 últimas palabras de Cristo en la cruz’, de Joseph Haydn, interpretado con bravura por Marino Formenti, desnudo frente a su piano de cola negro, sobre un suelo cubierto por miles de panes de hamburguesa. Esta vez no hubo gritos ni improperios por parte del medio centenar de personas enfurecidas que abandonó el espectáculo a la mitad.

    Las reacciones que levanta son inescrutables. Con la aceptación del Teatro oficial español (su entrar al CDN como digna representación contemporánea, después de que el resto de Europa hace años que le ha cedido espacios escénicos más importantes), se demuestra que -ya sea cuando aparece la Bestia, ya cuando lo hace la Bella- nunca cumple con las expectativas que el público ha puesto en él.

    Lo más curioso de su relación con los espectadores españoles es que en los 25 años que hace que fundó su compañía La Carnicería Teatro no ha variado de propuesta dramatúrgica ni un ápice. Si acaso, sus producciones ya no las soporta el presupuesto en una sala alternativa.

    ‘Gólgota picnic’ es una demostración del RG en esencia: verborrea colérica de clave menor, que camina entre el desahogo y la iluminación, entre panfleto y aforismo, ante una humanidad mentirosa, ignorante, desesperanzada y cínica. Con la diferencia de que el acusado, ahora, además del hombre, es Dios, un farsante de poca monta que ha alimentado el odio, dolor y sufrimiento de la humanidad.

    El autor acompaña su palabra lúcida con imágenes capaces de trabar ideas y poesía al tiempo, construidas con los desperfectos de la sociedad de consumo. Sus creaciones crecen desde el suelo de un escenario sin vestir; en este caso, el mencionado acierto de la manta de hamburguesas.

    Otro motivo de alegría: García vuelve a confiar en la palabra y la política, cuyo momento álgido en las 2,5 horas de espectáculo sucede al lanzar Gonzalo Cunill, con una careta y un camisón blanco, el monólogo que estructura toda la obra. ‘Le siguieron pocos [a Cristo]: sólo 12 hombres entre millones que le escucharon, 12 despistados entre millones es una estadística que te obliga a retirarte del dudoso arte de la política, pero se mantuvo al pie del cañón hasta el final’.

    Como Haydn evita cualquier apunte de monotonía en ‘Las 7 últimas…’, Gª y su equipo conducen movimientos lentos entre los contrastes de lo grotesco. Entre los monólogos de cada uno de los 5 actores (junto a los mencionados, Jean-Benoît Ugeux y la fantástica Nùria Lloansi), sus cuerpos se retuercen desnudos entre pintura roja y azul, formando uno de esos cuadros a los que el autor de ‘Gólgota picnic’ llama para quemar.

    (‘El descendimiento’ de Van der Weyden o la ‘Crucifixión’ de Rubens han hecho de nosotros y de nuestra memoria un saco violento y cruel, porque ‘las palabras se olvidan, pero las imágenes, no’...)

    Y ninguno de ellos actúa. Porque no saben cantar, no saben encuadrar la cámara por la que se comunican con el espectador, no saben bailar, no saben tocar la guitarra, no saben fumar en escena, no saben picar carne ¡PERO, DIOS, QUÉ BIEN LES SALE TODO!

    No se lo pierdan”

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