miércoles, 3 de marzo de 2010

MÁS ACÁ [DE MERCADEOS] CON EL 'ARTE...'

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- Difícil de superar es el encendido recital de amor al Teatro que nos están brindando estas fechas José Luis Gómez y su selecto acompañamiento, faranduleros, desde "La Abadía" madrileña. El 'Arte de la Comedia' del autor y actor Eduardo de Filippo representa verdadero paradigma -intemporal y atópico, en realidad...- con respecto de los mágicos artificios que sobre tablas, pero sin precisar de alharacas ni efectos especiales ningunos, jamás acabarán por resultar menos eficaces al seducir a casi toda la inteligencia emocional del 'respetable' espectador no virtualmente y en directo...

- Digna de todo el [re]conocimiento, tan bien, la bella emotividad pedagógica que nos ha ofrecido -con un 'Por la lectura', desde Miradas, y en páginas de su personal BLOG...- nuestro muy querido "viejo profesor" (para civismos, más que nada) D. José Luis Sampedro:

"Cuando yo era un muchacho, en la España de 1931, vivía en Aranjuez el Maestro Nacional llamado D. Justo G. Escudero Lezamit. A punto de jubilarse, acudía a la escuela incluso los sábados por la mañana aunque no tenía clases porque allí, en un despachito que le habían cedido, atendía su biblioteca circulante. Era suya porque la había creado él solo, con libros donados por amigos, instituciones y padres de alumnos. Sus “clientes” éramos jóvenes y adultos, hombres y mujeres a quienes sólo cobraba cincuenta céntimos al mes por prestar a cada cual un libro a la semana. Allí descubrí a Dickens y a Baroja, leí a Salgari y a Karl May.
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Muchos años después hice una visita a otra bibliotequita de un pueblo madrileño. No parecía haber sido muy frecuentada, pero se había hecho cargo recientemente una joven titulada quien había ideado crear el rincón exclusivo para los niños con un trozo de moqueta para sentarlos. Al principio las madres acogieron la idea con simpatía porque les servía de guardería. Tras recoger a sus hijos en el colegio los dejaban allí un rato mientras terminaban de hacer sus compras, pero cuando regresaban a por ellos, no era raro que los niños, intrigados por el final, pidieran quedarse un ratito más hasta terminar el cuento que estaban leyendo. Durante la espera, las madres curioseaban, cogían algún libro, lo hojeaban y veces también ellas quedaban prendadas. Tiempo después me enteré de que la experiencia había dado sus frutos: algunas lectoras eran mujeres que nunca habían leído antes de que una simple moqueta en manos de una joven bibliotecaria les descubriera otros mundos.
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Y aún más años después descubrí otro prodigio en un gran hospital de Valencia. La biblioteca de atención al paciente, con la que mitigan las largas esperas y angustias tanto de familiares como de los propios enfermos fue creada por iniciativa y voluntarismo de una empleada. Con un carrito del supermercado cargado de libros donados, paseándose por las distintas plantas, con largas peregrinaciones y luchas con la administración intentando convencer a burócratas y médicos no siempre abiertos a otras consideraciones, de que el conocimiento y el placer que proporciona la lectura puede contribuir a la curación, al cabo de los años ha logrado dotar al hospital y sus usuarios de una biblioteca con un servicio de préstamos y unas actividades que le han valido, además del prestigio y admiración de cuantos hemos pasado por ahí, un premio del gremio de libreros en reconocimiento a su labor en favor del libro.
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Evoco ahora estos tres de entre los muchos ejemplos de tesón bibliotecario, al enterarme de que resurge la amenaza del préstamo de pago. Se pretende obligar a las bibliotecas a pagar 20 céntimos por cada libro prestado en concepto de canon para resarcir –eso dicen- a los autores del desgaste del préstamo. Me quedo confuso y no entiendo nada. En la vida corriente el que paga una suma es porque: a) obtiene algo a cambio; b) es objeto de una sanción.
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Y yo me pregunto (...) Pero, sobre todo, personalmente prefiero que me lean y soy yo quien se siente deudor con la labor bibliotecaria en la difusión de mi obra. Sépanlo quienes, sin preguntarme, pretenden defender mis intereses de autor cargándose a las bibliotecas. He firmado en contra de esa medida en diferentes ocasiones y me uno nuevamente a la campaña. ¡NO AL PRÉSTAMO DE PAGO EN BIBLIOTECAS!"

- Sembrado concluir, e inicio apoteósico, éste del irrebatible sueltito "Derechos de autor, antes y ahora" que apareció firmado por D. Juan Carlos Rodríguez Ibarra en El País. Tantos que más nos valdría olvidar algún esfuerzo de "risible lloro" seguido para, mediante patéticas chacotas con grano grueso, ningunearle toda su solidez argumental:
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"Muchos amigos míos nunca entendieron las razones por las que yo renuncié a la paga que por ley me correspondía como ex presidente de la Junta de Extremadura. Ahora lo entenderán: por el placer de poder decirle al señor Muñoz Molina que miente cuando arremete contra mí en su artículo "Parábola de Rodríguez Ibarra y las naranjas" (EL PAÍS, 7 de enero) a cuento de un sueldo que no cobro.
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Yo podría dedicar este artículo a difamarle y a calumniarle; recursos no me faltan; si no lo hago es por el respeto que me merece el periódico donde publico, por respeto a sus lectores, por respeto a la trayectoria literaria del señor Muñoz Molina y porque sigo teniendo argumentos. En fin, que me parece genial que, gracias a mi aportación, Muñoz Molina haya escrito el artículo más leído y valorado de EL PAÍS. Al releerlo veo que ni entra en el fondo ni termina diciendo nada. Parece como si mi artículo "Fregonas y maletas de ruedas" le hubiese servido para sostener el suyo. Y como si hablase en nombre de quienes -como él- defienden intereses propios. Y el que defiende lo suyo poco puede hacer por los intereses de todos.
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(...) Sería interesante que Muñoz Molina y el lobby entendieran que Internet ha servido para intermediar entre el creador y el consumidor, por lo que pretender seguir disfrutando de los derechos de autor basado en el soporte es un disparate. Comprendo la posición del lobby; me cuesta más entender que un escritor de la talla de Muñoz Molina haya acabado convirtiéndose en su vocero. No lo esperaba, aunque debe de ser irritante saber que parte de su herencia, con lo que está pasando, se le pueda ir por el sumidero."
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- ¡Y afortunadísimas las ocurrentes claridades del símil -sobre supuestos delirios con esa "Sociedad General de Autores o Fabricantes de Mesas"- en que se retrata el súper desafuero de una SGAE que hoy estrújanos por doquier para, como ejemplo, asegurársele 323.773 euros/año de 'vitalicia pensión' a su actual Presi... (diario) Teddy Bautista!
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3 comentarios:

  1. No hay quien lo entienda: recién vimos a Muñoz Molina puesto en las nubes por vuestro Duendes y ahora se les ve aquí regodeos con quien tira con bala contra él. Saltando de filias a fobia demasiado seguido me parece a mi.

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  2. Pues ya siento que una vez más a uno le sea imposible que lo entiendan... pero no pasará nada. ¡Y gracias por el dialogar, en todos los casos!

    Para corresponder, no obstante, trato de aclarar cómo "no tiene nada que ver" una cosa con las otras; esto es: que si sobre las excelencias literarias de A.M.M quedó dicho un día cuanto se quiso, no por ello habríamos de callar al siguiente lo que proceda disentir respecto de cualquier personal opinión suya.

    Que menda, entre los Duendes, no querría ser "fidelizable" por nada ni nadie salvo en librepensamiento y libredebatiente.

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  3. Ustedes perdonen; pero no queda claro ni aun con esa respuesta cortés, que añaden al comentario primero:

    Valga lo de diferenciar entre "una obra y su autor", para el caso de A. Muñoz Molina...

    Pero lo inentendible del "saltando de filias a fobia demasiado seguido" también se refiere a J. C. Rguez. Ibarra, de quien toda manifestación ha de verse como actuar político sin que podamos juzgarla en capítulo aparte o por ningún valor artístico; y tras lo hasta hoy leído contra hipocresía de su sectarismo resulta chocante comulgar con su "irrebatible" (¡?) discurso.

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